Sabes que tienes alas. Las notas en la espalda, erizadas.
Sabes que no puedes volar.
Te pesan en la espalda, cuelgan, inertes. Inermes.
Ves tu luz, sientes tu peso, tu carne, tus huesos.
Torre Quemada y su triste realidad: Estamos solos.
Tú tienes que cubrirte las heridas.
- ¿Qué dices? ¿Cómo que no somos nada?
- Como lo oyes.
- Pero yo soy real, mira, toca.
- Sí, sí, ya veo.
- ¿Y qué piensas de esta ropa? ¿No existimos? ¿Está la calle vacía en estos momentos, entonces?
- Nada, no somos nada. Esta calle está plagada de nada.
- ¿Y mi voz, que llena este silencio?
- Nada.
- ¡No será nada para ti!
- Claro, depende del valor que queramos darle...
- ¿Nada porque no estoy donde debería?
- Algo así. Perteneces a otro sitio.
- Que le jodan. ¿Quién eres tú para decirlo?
- Nadie. Tú. Nada.
- Psé. Que le jodan.
Que si tú eres la valquiria, nadie te besará cuando mueras.
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