Esa persona que arrastra las cadenas por los pasillos, ese espectro que se mira al espejo, y se gusta y se odia.
Siempre vamos a ser los derrotados, los inseguros, los menos.
Siempre odiaremos esta parte de aquí, este pensamiento de allá. Y siempre veremos a otros mejores, y pensaremos que sobramos cuando hay tanta luz sobre el mundo y nosotros no somos más que llamas trémulas.
¿Qué tenemos nosotros, si estamos tan rotos, para que alguien se nos acerque?
¿Qué puede ver alguien donde tú lo ves todo tanto que duele? Mejor dicho, ¿qué no ve?
Enfocamos mal las preguntas.
¿Qué nos hace especiales? La respuesta es nada. Quizá el hecho de que siempre haya alguien por encima y alguien por debajo sea lo que nos hace únicos. Incluso cuando hay alguien al mismo nivel. No somos otra persona, por mucho que quisiésemos serlo o no, no lo somos. Cada uno vive consigo mismo, y es esa persona. Cada uno ve solo con sus ojos, y siente solo con su piel. Cada uno mira solo con sus labios. Y sonríe solo con sus manos.
Siempre habrá gente mejor y peor, personas más bellas, por dentro, por fuera; personas más feas.
Da igual, no seremos especiales, no seremos mejores, pero somos únicos. Y deberíamos vivir de acuerdo a esa idea.
Y sonreír más.
Porque no será lo que tú veas de ti lo que te de la luz, serán los ojos de otros.
Si nos paramos a pensarlo nunca somos completamente conscientes de nosotros mismos, a veces nos duele y a veces nos satisface nuestra existencia. Pero jamás somos objetivos. Hay parte de nosotros que solo pueden ver otros.
Cuando queremos queremos con todo, casi de cero.
1 comentario:
de todas formas yo miré hacia atrás cuando te vi la última vez y qué bonita espalda me regalaste.
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