Si decides romperlo todo, estarás donde estoy ahora: perdido y sin nada real, porque nada es tuyo salvo tu vida y las personas a las que tú te entregues (que te pertenecen en la medida en la que tú formes parte de ellos).
Un día de pronto te levantas y las horas de los días carecen completamente de sentido.
La primera vez que eres libre después de mucho tiempo te sientes solo, lo estás; nadie estará ahí un viernes doloroso a las cuatro de la madrugada. Nadie hace su vida cogiéndote de la mano, nadie tira de ti.
Cuando rompes tu vida, y te quedas mirando las cenizas, esperando ver al fénix renacer, puedes morir congelado. De las cenizas sólo sale nieve ficticia. De esas cenizas solo saldrá el frío que hay cuando el viento te penetra. No quedan muros, no quedan muebles, solo estás tú, más real que nunca.
Ni siquiera hacen falta espejos para ser consciente de uno; hay que vivir tirando de uno mismo, endureciéndose, perdiendo la magia, perdiendo la luz que quería cegar a todos cuantos te mirasen. Hay que correr, cuesta abajo, cuesta arriba. Correr. Hay que dejar de echar de menos los besos, dejar de añorar ser especial; dejar de echar de menos que te vean, que te miren, que sepan quién eres.
Hay que hacerse de uno mismo, ser tu propia armadura. Para no romperse de tristeza un viernes por la noche, un sábado a la tarde, un domingo a la mañana.
No soy imprescindible, no soy más que lo que queda cuando cierro los ojos y no puedo dormir; y muere de remordimientos y de ganas, de vivir, de ser avasallada.
No soy imprescindible, no soy más que lo que queda cuando cierro los ojos y no puedo dormir; y muere de remordimientos y de ganas, de vivir, de ser avasallada.
Y aún así siento que no puedo dejar de creer antes que de crecer. Que no quiero volverme dura, no quiero llevar armadura. Quiero ir desnuda, con el vientre abierto, para ser tragada y apaleada, para sentir. ¿Se puede sobrevivir a la caída? ¿Querré seguir viva cuando pase? Sólo sé que no queda más que correr y correr; que por mucho que otros corran también llegarán noches en las que esté solo yo, y tenga la certeza de que no saldré de esta, de que este corazón, este pecho desgarrado tiene los días contados. Es el precio a pagar, por correr, sin muros, sin alas, gritando, cantando, llorando. Por correr así, abierta. Cógeme, cómeme, déjame, no me veas, no me quieras. No lo necesito. Sé que acabaré rota y quizás después dura. Da igual. Así es la vida, así soy yo, prefiero morir a perder esta luz que fue un regalo.
Aprovechemos ahora que sé cual es el fin.
Corre, cae, tropieza, ríe, roba.
2 comentarios:
Mucha suerte en ese intento de vida libre. Muchos lo deseamos, pocos tenéis el valor de vivir fuera de lo establecido.
Saludos.
Libre o esclavo. Tú decides.
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