las piernas,
y sangras
una primera vez
quedarás maldita,
marcada,
condenada.
Es la herida por la que entran los fantasmas
por la que se escapa la llama.
Y arde el templo.
Querían que no se apagase la hoguera,
ahora me tienen de antorcha humana.
La sangre de cada latido
riega el suelo,
alimenta el fuego.
Lapídame,
separa el corazón del alma
entiérrame con vida,
porque rompí los votos
por clamar al cielo
y ahogarme en otro cuerpo.
Que las vestales deben mantenerse
vírgenes,
puras,
con el pecho intacto
y envueltas en cintas rojas
y velos blancos.
Y si permites un latido de más
quedas para siempre
enterrada en vida.
1 comentario:
Un hermoso poema lleno de imágenes bien ensambladas para darle un significado total.
¡¡Me gusta mucho!! Sigue así
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