domingo, 30 de junio de 2013

Solo yo.

Estoy sudada, hace calor y me sobra la ropa.
Tumbada sobre una cama enorme miro al techo, fuera de la ventana.
Quizás sea la fiebre, quizás este mes tan duro.

El pelo me huele a tabaco aunque no fume.
Son los alientos ajenos enredados por el viento.

Por primera vez en mucho tiempo el corazón se resigna a latir.
También sigo enferma, a veces no queremos curar ciertas heridas:
que supuren y recuerden.
Mete los dedos en la llaga cuando comiences a sentir lo mismo.
Y así, poco a poco, serás lo suficientemente dura como para poder ser buena, y fuerte.
Como esas montañas azotadas por la tormenta, que sonríen y cantan:
son grandes y han aceptado su destino.

Hace calor y tengo fiebre, mala combinación.
La mente, en blanco, retumba con el sonido de mis propios latidos.
Se está depurando, está siendo libre.
Las garras de mi lengua ya no pueden arañar las entrañas;
no si mantengo el látigo siempre bien sujeto,
dispuesta a cantar para amansar a la bestia,
dispuesta a reducirlo todo a cenizas,
y volver a construir.

No hay culpas, no hay pasado, no hay anhelos
y los cadáveres de los que maté ya están en paz, lejos.
No hay expectativas, no hay deseos,
y los afectos que necesité se desvanecen en mi propio mar.

Buscamos a otros en nuestro propio laberinto.
Pero solo estamos el Minotauro y yo,
 que nos necesitamos tanto el uno al otro que, al vernos,
nos volvemos uno.
Dejamos a alguna Ariadna esperando,
con el otro extremo del hilo en la mano.
Volveré cuando haya matado al monstruo,
amor mío.

Pero solo estoy yo, mi aliento cálido,
mi piel ardiendo,
mi frente húmeda.
Leyendo palabras ajenas,
buscando, en los recovecos de mi mente,
esa revelación que hará que aprenda a estar sola,
a descolgarme de esta ventana y sumergirme en mi agua.

La mente, por fin libre, deja de esperar.
Se activa el mecanismo de las piernas.
Se eleva el muro que se quemó para ser siempre violada.

Porque sueño, no lo estoy.
Pero no creas que no escucho por tener los ojos cerrados.
Hoy soy. Solo yo.






viernes, 28 de junio de 2013

Nocebo

Tengo un grito lejano enterrado en el pecho. Retumba mi voz en el abismo abierto por las montañas desiertas.
Tengo frío en las piernas. Una sonrisa eterna, que está doliendo de ser tan grande y tan falsa.
Música suave en los oídos. El corazón llenísimo, a punto de estallar.
Quiéreme, ¿me quieres ya?
Mira que rota estás, no tienes los ojos tan bonitos como para estar tan jodida. No eres lo suficientemente simpática. No follas tan bien.

Mírame, sé hacer piruetas al borde de este acantilado.
¡Que te vas a matar!
Huir no solo es de cobardes, es de malas personas. Justo como tú, ¡qué coincidencia!

Y aún resistes, que te lanzaste, espada en alto, contra el muro. Pensaste que la caída te mataría. Pero no. Ahí sigues. Es el peor momento: cuando estás metida en la bañera, a las seis de la mañana, abres los ojos. Sigues viva, y hay que afrontar la realidad, hay que quitarse la ropa, meterse en la cama, que pase el tiempo y pasen las personas que quieres, que hieres. Esperas la guerra para que la sangre sea ajena, para poder salvar a otros, para ser carne de cañón.

Tengo un grito lejano en los oídos. Una batalla sin declaración de herederos. Qué será de mí, o siempre de nosotros, para que sea tan impersonal que pueda huir en otro nombre.

Tengo frío en la cara. Quiero un abrazo, y un beso. Me siento fea si me tocan, pero se me va este frío. También me siento fea si no me tocan. ¿Lo entiendes? Es siempre así.
Tenemos las piernas para andar. Los ojos para mirar. Las manos para aferrarnos. El corazón para ser mejores. Escucho mis latidos y no suenan mucho mejor. Me estropeo con el tiempo, maldito engranaje esclavo.

Mira qué tonta eres, que no quieres afrontar tu propio reflejo. No tienes las uñas tan largas como para poder hundirlas en tu pecho. Ni los labios tan bonitos como para besar con veneno. No ríes tan suave.
Levántate, gilipollas, deja de mirar al cielo con los ojos vacíos. Tienes la maldición, la luz, la lengua de Casandra, la cabeza de Ophelia. La maldición, la fuerza. Ángeles caídos. No se va a abrir el cielo, no van a rescatarte y a llevarte arriba. Los de allí ya se fueron, vive con o sin ello. Tienes esta tierra, a veces infierno, a veces el recuerdo del paraíso. Deja de mirar al cielo con esos ojos tan abiertos, de tragar el sol por ellos.
Ícaro, el niño idiota, el niño valiente. Arde, levántate y arde, llevando tu melena en llamas por bandera. Tu corazón en la mano, late igual que todos, no hay señales de humo. Todos morimos, importa el cómo, el porqué. Muere cayendo al mar, siendo el guerrero que quiso llegar al sol. El espacio exterior es frío, solo Ícaro podía morir ardiendo, llegar lo suficientemente lejos. Diremos que su cadáver se perdió en el mar; por no decir que sigue allá fuera, libre.

Una vez encerré a esta desconocida en una caja, a golpe de lengua, de muslos, de alientos. Hoy la encierro como una madre que acuesta a un hijo, como se le cierran los ojos a un muerto. Buenas noches, monstruo. Nadie te ha dado vela en este, tu entierro.

Soy solo un hombre.

"Que me diga que hay más vida de la que puedo abarcar,
que me recuerde la urgencia de actuar.
Parce que moi je rêve,
je ne le suis pas"

Indulgencia

- ¿Sabes lo que hace esta droga?
- ¿Qué?
- Te obliga a sonreír, aunque llores, aunque te estés muriendo por dentro. Te obliga a sonreír hasta que duela. Y así te duele por algo mejor de lo que suele ser.

jueves, 27 de junio de 2013

Quemar el tablero

El desconocido de ese bar de miércoles pasadas las dos de la madrugada se hace el duro.
Ella, ofendida, porque cada vez que entrega el mecanismo de sus piernas, entrega también el de su corazón, mueve ficha entrando en un juego que nunca le ha gustado (igual que no le gusta el sabor del alcohol que bebe con tanta avidez).
- Sé que duermes solo la mayoría de las noches.
- Y tú -responde él con media sonrisa, conociendo el juego a la perfección.
- Sí, pero yo lo hago las noches en las que me valoro lo suficiente como para ir a casa sola, y masturbarme.
Ella le guiña un ojo y se va, con el vientre ardiendo y la lengua inquieta, pero con los tacones anclados en la puerta, en la calle y en su cama, fría y enorme. No hay vuelta atrás.
A veces solo se entra en el juego para quemar el tablero.

miércoles, 26 de junio de 2013

Reflejos

Paso frente a un espejo y me pregunto qué habrá visto esa superficie lisa y fría. Cuántos rostros, cuántos cuerpos desnudos, cuántos últimos alientos.
Al pie de la cama, el espejo, observa. Ahora me observa a mí, con la misma indiferencia con que absorberá mi reflejo y no dejará señal de él una vez me haya ido.
Pero yo sé que ya soy suya y él sabe que ya es mío. Así funcionan los espejos: te tragan y te dan un destello.

La misma sala durante años y años, el mismo cielo. Pero esta vez eres tú, igual que cada vez es otro.
Ahora, hasta que alguien vuelva a atravesar esta realidad, eres tú quien se ha grabado en la retina del cristal. Y, a su vez, el espejo te ha grabado a ti mismo en tu pecho.

Has pasado tú, yo hace años que me fui. Pero al otro lado me relevas y compartimos un espacio y un silencio.
El fantasma del espejo. Me enamoré desde tan lejos.
Pero es fugaz, porque ahora tú serás el fantasma del espejo.

martes, 25 de junio de 2013

"Encuentra lo que amas y deja que te mate"

En una habitación inundada por el humo del tabaco B. entrecierra los ojos. Lleva lentillas aunque no haya nadie a quien enseñar la elocuencia que adquiere su mirada desnuda, simplemente porque la montura de sus gafas le hace sentir que el mundo es más estrecho.
Las paredes de la sala, pintadas de un azul muy poco discreto, se impregnan del olor de la tela sucia del sofá, de los cigarrillos pasados y del ron derramado sobre las baldosas. Es una psicofonía olfativa, seguro que tiene un nombre concreto, pero no nos importa. Los fantasmas de estos días quedarán impregnados en las paredes, para que, en el futuro, aquel que entre, huela cada momento de encierro y pensamiento que se impregnó a esa pintura azul tan poco discreta.

B. piensa en lo que ama, y cómo lo que le está matando no tiene nada que ver con lo que ama. Se mata a sí mismo, que está muy lejos de ser ella, que es lo que debería matarle.
No piensa en su voz o en su pelo recogido. La parte de ella que le debería matar son sus ojos, y sus gemidos; la piel de sus muslos y su aliento sobre el cuello. Su risa, cambiaría todo eso por su risa, que mata tanto más en cuanto que él no tiene esa fuerza para sacar del nudo de la garganta tanta luz.


Las paredes, años después, siguen contando la historia del tabaco, el alcohol y los desperdicios humanos de B.. No sabemos si murió o no, si nos ciñésemos a lo que narra ese azul tan poco discreto, ya estaba muerto mucho antes del tabaco, el alcohol y el sudor, el semen y la saliva. Quizás ella le devolvió la vida solo para matarlo después. Quizás le dejó vivir. O quizás siguió matando lo que quedaba de su cuerpo él solo, torturándose con el recuerdo de aquella que amaba y que no estuvo lo suficiente como para dejar su aroma entre estos muros que tan vagamente esclarecen el fin de B.




Ella, por su parte, en ropa interior, en el sofá, en una sala de cortinas verdes, muy discretas, pensaba que B. tenía la fuerza suficiente para matarla -y amarla-, y era feliz.

No sabemos qué pasó, porque sus cortinas eran muy discretas y no han querido hablar.





...Porque de todas las cosas que te matarán, lenta o rápidamente, es mucho mejor ser asesinado por un amante.

lunes, 24 de junio de 2013

Inmolación




Ella y yo éramos mariposas nocturnas.
Queríamos morir a la luz de una vela. Porque nuestras alas de colores eclipsaban la chispa de un aliento inquieto.
Revoloteábamos, frenéticas, buscando la ventana abierta al aire de un verano tardío o el fuego en el que hundir la lengua. Queríamos morir en luces ajenas, para tapar la nuestra y que así, lo obvio, pudiese ser descubierto, por sorpresa.
Éramos señoras de la noche porque la luz del amanecer nos hería, haciendo jirones nuestras coronas de flores. Dejando una cama ajena llena de pétalos marchitos. Huyendo a casa, con las alas rotas, golpeándonos contra las paredes de cristal del tarro en el que nos atraparon.

Si el amanecer nos encontraba fuera de casa, en otras camas, mirando al techo, recordábamos la vela y nuestro pelo enredado quería descolgarse por la ventana, para que trepasen los lobos y se comiesen nuestras entrañas. Todo por querer ser parte de una manada.

Lamia


Dicen que por las noches corre desbocada. No se mueve, pero su mente está en el mar, bajo la luna. No saben de qué huye, pero está claro que huye, aunque no se mueva; es como si apartase de su alrededor todo lo que la pueda tocar. Por eso no se mueve, pero está bajo el mar, en la luna.
Nunca se ha bañado dos veces en el mismo río. Se encarga de ello manchándolo de sangre cada vez que se sumerge. Se muerde la lengua para que brote la tinta directa del corazón, y broten palabras que mancillen el río, que no volverá nunca (y así echarlo de menos).

Dicen que no sabe de medias tintas, porque corre desbocada, y el mundo parece siempre de día o de noche. Por eso la confunden las luces encendidas de los bares, escaparates. Por eso solo quiere que le cubran los ojos con otro pecho cuando la madrugada gime. Podría cubrirse sus propios ojos con las manos, pero las tiene llenas de cristales, de romper a patadas todo lo que está a su alrededor, para que el río corra sin que ella se mueva. Y no puede quedarse ciega, o la atraparán con sus lazos de agua los ríos que tanto la buscan para templar sus aceros.




Desheredada


Anda buscando que la quieran, a ver si así aprende cómo se hace. O para poder entregar su corazón, aún caliente y bombeante, al primero que le de un guiño de pantalón.
Con el pecho vacío no duelen los latidos, y quizás, con suerte, muera desangrada de la herida.
Y así podrá decir a todo el mundo que murió de amor. Ella, que pudo amarlos a todos; tanto que no quedó nada para sí misma. Nada más que odio, uñas hundidas en la carne y un miedo atroz.




Carne de cañón





Buscaba el consuelo de mí misma en abrazos de otros. En sus embestidas y jadeos.
Buscaba ser vista más allá de este cuerpo, vendiéndolo al mejor postor y después sufriendo, porque no era más que carne de cañón.
No podía renunciar a mis ojos lascivos, ni podía renunciar a mi mente torturada.
Solo quería que mi trampa de belleza fuese superada por un infeliz gladiador. Soy un león.
Y ser vista más allá, en brazos ajenos. En sus embestidas y jadeos.
Un destello: necesito la confirmación de que soy más que eso. Carne de cañón.

domingo, 23 de junio de 2013

No es opcional

Sin prisa por vivir, por morir. Empujando las horas de un domingo, que hasta con sonrisas tienen garras. Con ganas de un abrazo, otro, otro. Magia, el mago.
Con todos los puentes ardiendo y todas las cuerdas cortadas.
Sí es verdad que querías ser la princesa que quería ser rescatada. Por eso quemaste los cimientos, derruiste la torre, heriste tu carne; para que tu deseo muriese asfixiado por el humo y la sangre. Quizás no puedas evitar soñar y creer mejor, pero puedes arrasar todos los campos y cielos que te den esa esperanza, para quedarte sola contigo misma, y conocer ese lado gris, ni negro ni blanco, que tantísimo te duele. Ni buenos ni malos. Obligarse a estar, enterrar los pies en la arena, no tener a qué agarrarse.
Así se aprende a andar.
Duermes para no tener que vivir, es el único lazo que te queda, la puerta de salida. Da igual, cuando estés despierta la realidad valdrá el doble. Así funciona. No se puede dormir para siempre. Te estamos esperando cuando despiertes. Tu trabajo es buscar el interruptor a tientas, encontrar esa chispa que cambie las cosas de color, que abra los ojos, los nuevos, y devuelva el ritmo al corazón. El ritmo propio, no el de otros; latir uno mismo. Dejar de coordinar la vida, la voz, las sonrisas... somos nuestros. Es la gran tragedia.
Cortadas las cuerdas corremos, fingiendo que sabemos qué es lo que estamos haciendo, fingiendo que no tenemos miedo al golpe, diciendo que podremos con ello, cuando ni siquiera imaginamos hacia dónde vamos. Perdemos el control y las riendas, la muerte no es opcional. Sin cuerdas, el golpe tampoco. Tu trabajo es buscar ese interruptor dentro de la cabeza que calme tu mente, que no se repugne de tu propio contacto y voz, y aceptarse, aceptar que no vamos a morir solos, que nosotros estamos ahí, detrás de nuestro ojos que solo quieren ver a otros; detrás de nuestros labios que solo quieren tocar a otros. Detrás del piloto automático de nuestro cuerpo estamos nosotros, aullando de dolor, arañando los blandos barrotes de nuestro cuerpo autómata, queriendo gritar, queriendo tomar el control de nuevo, para que cuerpo y mente sean uno: sentir de verdad, vivir de verdad. Uno mismo, en su vida... sin tener que sujetarse en nadie para levantarse, porque nuestras piernas tienen fuerza suficiente. Tomar el control. El golpe no es opcional, pero podemos aceptarlo con valor y sin tratar de aferrarnos y arrastrar a todo aquel que se nos acerque lo suficiente.
No tengo prisa por nada más que por todo aquello que me aleje de mí misma. Pero busco a tientas, desesperadamente, el puto interruptor. Quizás, con suerte, cuando se de la luz, vea que no soy tan horrible como recordaba. O que he crecido y ahora la sombra no es tan grande como para ser engullida por ella.

El valle de los avasallados somos nosotros mismos. Propios vasallos de nuestras mentiras, para que no nos duela ser monstruos.




sábado, 22 de junio de 2013

calle abajo

Arrastraba los pies calle abajo, con el sol de finales de junio sobre la piel. Un sábado por la tarde perezoso, estaba dejando derramar de su cabeza las ideas, que formaban charcos evaporándose ante el calor. Se podía dejar la mente en blanco, y hacer que dejase de doler todo. Solo con no pensar en ello, no alimentarlo. Simplemente viviendo y pensando cada segundo, dejándolo(s) marchar. Soltando manos, batiendo alas.
La ropa hondeaba a su alrededor, como si fuese parte de su cuerpo, queriendo derramarse también. Podría haberse tendido sobre un suelo de arena y cerrar los ojos; con la mente en blanco. Sabía que venía del cielo, pero ya no lo echaba de menos: no necesitas tu hogar para ser parte de él, llevamos encima lo que nos dio cada una de las personas que quisimos. Es importante no olvidarlo; igual de importante que dejar ir a las personas, que dejarte ir a ti mismo.
Por cada persona que la miraba ella recordaba a los que la habían visto. Conceptos diferentes.
Muchos ojos dirigidos, pocas mentes enfocadas. Pero sonrisas por igual.
No quería ser más que aquella que resplandecía, que sonreía, que tenía un calor propio, para los demás, para ella. Aquella que podía dormir sola o acompañada, que tenía una voz inquebrantable y un corazón en llamas. Quería serlo porque lo fue, acompañada. Ahora quería serlo sola. Podía. Es cuestión simplemente de arder, de reír. De aceptarse lo suficiente como para no necesitar a nadie. Y entonces poder querer de verdad, con un corazón limpio que no tenga uñas y heridas.


***


Este año el verano ha entrado como otro de hace cinco, seis. La diferencia es que las personas de entonces hacen su vida en otras ciudades.
A veces pensamos que necesitamos la tierra de entonces, las manos y los ojos de entonces para ser como fuimos.
No es así. Somos nuestro propio mundo. Si pudimos ser estrellas parpadeantes, es porque estamos hechos de ellas. Si pudimos ser ángeles, es porque tenemos alas. Aunque con el paso del tiempo y las personas perdidas pensemos que nosotros también nos perdimos, que a nosotros también se nos pasó el tiempo.

Hoy sé que no; sé quién soy, no ahora, sino siempre. Esas noches cortas de cantar en la calle, de llorar de madrugada, y un abrazo que no juzgue. No hace falta estar bien o mal, solo estar, siempre, al pie del cañón. Juntos, acompañados, da igual. Nunca estamos solos. Incluso los que huyen; nunca están solos.

viernes, 21 de junio de 2013

Romance sonámbulo

Esa sensación de paz, de tarde domingo en la que el tiempo queda suspenso y no hay nada por hacer; supongo que es eso lo que hace que esté así, como ausente, tranquila y desconectada. Hasta de mí misma.
Comer, dormir, hablar, pensar, vivir... han perdido el sentido temporal que tenían antes. Ahora son momentos puntuales en medio del agua en el que floto. Los días no están estructurados, solo pasan y no podría decir ni cómo.
Es el calor que detiene el paso del tiempo, de los acontecimientos. Solo estoy, y a veces me río y a veces no, pero no duele. Solo es estar.
Supongo que es la antesala de algo, de algo mejor, espero. Pero no está mal. Solo-estar.

Las noches tienen a veces esos destellos de carcajada, esos destellos de soledad. Da igual. He aceptado la vida. He aceptado la corriente y ni nado en contra. No me he aceptado a mí ni a mi entorno. De eso se trata; siempre tiene que haber algo que nos mantenga alerta, en lucha.
Miro seria, estoy en otro sitio, en ninguno. No tengo resentimientos ni anhelos. Solo ansias de un presente que está suspenso. Por eso estoy en otro sitio. Es hora de vendarse, en ello están todos. Yo miro al cielo, estoy bajo el agua. Verde que te quiero verde, barandales de la luna.
Y dejar marchar, soltar una mano, una sábana. Se agita al viento, darse la vuelta, sin mirar atrás, porque el corazón se rompe solo si te permites tenerlo
al aire.

Se puede estar muerto y respirar. A veces nos clavamos más profunda la espada, para romper lo que tengamos dentro. Y a veces es lo único que queremos. Ser el reflejo de la luna en el agua, que nuestra historia se cuente mientras nuestros ojos de plata miran al cielo, bajo el agua.
Nos matamos para que otros no lo hagan. Nuestra historia más triste.


solo uno mismo

¿Qué historia puedes inventarte que refleje este sentimiento?
Es como estar en un colchón, en mitad del océano, oscuro. Frío.

A veces hay que volver a casa,
hacer penitencia por seguir siendo una niña cruel
que nunca quiere dormir sola
porque le da miedo su cabeza.

Esperamos que nos salven
se tiene que acabar, chica.
Estás aquí, eso es lo único real:
lo que tú hagas con tu mundo,
tu cabeza.

Ya no creo en nada,
no confío en mí.
Estoy sola en un colchón
que flota en medio del agua
negra.

De aquí a más tiempo del que sé
que puedo soportar
solo me tengo a mí,
para crearme necesidades como puñales
y ausencias como abismos

agujeros en el vientre
arañazos en la cara.

Da igual,
porque mis brazos no son lo suficientemente fuertes,
buenos,
para retener aquello que coja.
Me rehuyen las tablas del mar.

Quiero ahogarme y ser un cadáver blanco,
morado,
hinchado.
Un nuevo tipo de medusa de mar.
Una Ophelia de después del cuento de hadas.

Es huir,
es miedo.
No puedo afrontarme a mí misma,
no sé estar sola.
No quiero aprender.

Porque si el mundo es esto,
no quiero aprender.
Solo seguir jugando a recoger flores,
en el límite de la locura,
junto al río.

El mar siempre flanquea mis costados,
da igual a dónde lo lleve.

Al final resulta que las sonrisas
eran una brecha en nuestro muro,
enfermedad.
Aprende.
Ahogarse no es la opción
de los guerreros

(es peor)

Del corte de mi garganta sale un suspiro,
mi mayor miedo siempre fue este:
llegar a querer no tener corazón.

jueves, 20 de junio de 2013

sonata

Si pudieses ser un fantasma,
el espíritu de un cuerpo que murió de sobredosis,
no cambiaría demasiado cómo suena el viento en tu ventana.

Seguirá tu voz sonando igual de rota.
Nunca probaste esta droga. Que te mate.

No crees sobrevivir al verano. No lo harás.
Va más rápido que tú y el pelo se engancha en cada pomo de cada puerta
de este pasillo y su sonata. No es otoño,
es verano,
Sin Rumbo.

Las manos frías
y la vida a pequeños sorbos
y amaneceres desbordantes
que te pillan con la boca llena de pesadillas
y aún ni siquiera te has acostado.

Recoges tu ropa
(la poca que llevas)
captas ese guiño,
ese momento.
Eres el intruso que quiso vivir fuera
o dentro.

Las manos frías,
el fantasma de una sobredosis,
amaneceres desbordantes,
que te pillan de puntillas,
en el umbral de la puerta.
No miras atrás,
no te atreves.

Son esos cristales que te dibujan,
te hablan,
de dicen qué eres. Y tienen razón.

De mal en peor
como cantos rodados.

Nada ni nadie

y solo queda un grito, una canción bajo el agua y dos piernas que te lleven muy muy lejos.

Sin tocar el suelo




Las mañanas y su veneno de la inocencia,
y su aliento frío y luces blancas en el espejo del baño.
Duermevela.

Gemir en sueños,
arrugar las sábanas,
el escudo del día
de la vida.

¿Somos más o menos nosotros cuando dormimos?

Rehuir, en silencio;
aceptar sentencias,
en silencio.

Idiotas que no hablan:
creemos en la telepatía.
Mentira.

Todos los amaneceres son tristes,
igual que todas las camas saben aislar;
basta con echar un vistazo al exterior,
hacia fuera.
Al cielo,
a una habitación oscura.
Es como mirar al abismo,
furioso,
hambriento,
directamente a los ojos.

últimamente me planteo
dormir con un ojo abierto,
aprendiendo a no morir de frío
y a devolverle la mirada
a ese pozo
que tan bien sabe mi nombre
luchando contra las oleadas que quieren invadir mi arena
y sus castillos, sus calles, sus habitantes.

Pero es, de nuevo, este miedo
a dejar de ser yo
por haberme convertido en guerrero.

"Cuando no sé qué camino de mi vida tomar
...
te he pagado cien veces mi deuda"

...ya no es penitencia,
es una forma de vida.

martes, 18 de junio de 2013

Sin batería. Ronin.

Me quedo sin batería. Me desconecto del mundo.
He salido de ese estado de duermevela, he roto la membrana para sacar la cara, mojada, al exterior.
Y no había nada más que un junio gris, de lágrimas y camas tristes. Está justificado, pues, esta sensación de frío por dentro. La garganta entumecida. ¿Tragaba o escupía? Ya ni me acuerdo, por eso abro la boca en la ducha, quiero ser parte de ese agua. Levantarme y gritar. Siempre cuando no hay nadie.
Volver a casa, y sin quitarse la ropa, ducharse. No hay que sonreír a las paredes que te han oído gemir. Y los gemidos son el nombre del llanto; lo llaman. Pero solo estamos quitándonos la ropa. Duchándonos. Pegar la frente a las baldosas, respirar. No hay alternativa. Mojarse, mojarse. El pelo, la cara, los brazos, la espalda, las piernas. Es solo tuyo.
Todo va mal. Todo va. Todo el mundo está preocupado y sigo ahí, bajo el agua, esperando la reminiscencia de un pasado en el que éramos peces que salieron al barro. Junio se está portando mal. Mayo te abandonó. Abril, ni hablar de él. Quizás no sean los meses los que hacen daño. Quizás no sean los demás los que hacen daño. Quizás sea algo que se lleva siempre encima, un beso fantasma en la nuca. Dormir y no ser consciente de que eres observado. Algo así.
Todas esas cosas que consumen la batería y te dejan incomunicado, la noche de un martes, en mitad de una calle mojada. Tanta ira que, si pudiese, apretaría las mandíbulas hasta romperme la cabeza entera. Pero no me pertenezco. Ni a nadie. Y solo queda esto, el aliento del ronin, la lucha con dientes, con lágrimas, con sonrisas. La lucha por nada, solo por no caer. Por morir como un guerrero y, cuando, en el suelo, ya no pueda levantarme más, saber que se intentó, hasta el puto final.

viernes, 14 de junio de 2013

No hay comida en casa

Había adquirido la capacidad de tragar agua como si fuese la única forma de sobrevivir al dolor. Tragaba agua helada, y la sentía como una piedra sólida bajando por dentro del cuerpo. Siempre pensé que la clave de todo estaba dentro del cuerpo: allá donde los dedos exploradores no pueden llegar. Había gente que se hacía heridas para entrar; yo mandaba un ejército de agua a inundarlo todo. Todo está bien si estás lleno de agua. Eres como un pequeño océano, y el océano es tan grande que no sufre, le da igual matar, no se vuelve más feo por ello. Lo malo se diluye. Eso creo.

También ponía la música alta, siempre por las mañanas. El océano no escucha más que sus latidos, sus rugidos. No hay más ruido en él que los propios. La música es mi rugido. Tapa todas esas voces que no son la suya y se esconden dentro del cuerpo, bajo la piel.

**

Alrededor, cada uno se desgarra en una dirección. Y nos dejamos solos mutuamente. Nadie te coge de la mano, nadie te abraza para protegerte del suelo en tu vuelo desenfrenado. Un pulso contra la gravedad. Siempre pierdes. Y todos bellos con nuestras mortajas, algunas con nombres, otras un una mirada, otros en silencio, mortajas sin quejas. El silencio que queda tras la música alta, tras el embiste del agua.

Claro que avanzo, cuesta abajo y sin frenos. Mi cuerpo es un juguete que siempre he querido romper. ¿Qué vales? Poco a poco dejas de confiar en tu entorno, tan brillante en un junio tan triste. Pueden secuestrarte una mirada, una sonrisa, una mano. Da igual. Ya no confías en tu entorno, porque también está roto. Por eso le guiñas, cómplice, te ríes, le lanzas un beso. Sigues tu carrera, si acaba en muro, ser la mancha más hermosa, ser el cadáver más feliz.


miércoles, 12 de junio de 2013

De hora en hora




Llorar por historias ajenas.
Ese es el dolor de la realidad.
Sentir el sufrimiento del otro,
ver en sus ojos el pozo que les traga.

Llorar.

Por estar ausente en esa guerra.
Es la frustración de ver morir tras un cristal.
Como si las lágrimas pudiesen curar y devolver la vida.
No me quedan más recursos que sentirlo,
triste, duro, oscuro y lejos.

Campos de batalla ajenos.
Siempre quise morir acompañada
en una empresa que no fuese la propia.
Mis guerras son poco dignas.

Y cuando no puedo hacer más que sentirlo
y ni siquiera es algo que pueda acariciar,
no me queda más que llorar
porque la vida no es justa,
y tú no te mereces esto
y yo siempre pensé que, si era verdad,
por qué no aparecía alguien para darme lo que sí merecía,
o consolarme y ofrecerme algo mejor.

Pero no hay vuelta atrás,
el conocimiento no puede negarse.
La desilusión no se olvida
y las cicatrices no se borran.
Solo podemos levantarnos,
porque la vida no es justa.

Siempre es una nuca que mira una nuca que mira una nuca.

Nadie se para a darte lo que nadie te dio antes.
Porque no tenemos lo que merecemos;
y no sirve de nada saberlo.

Lloro porque no se puede hacer nada
más que seguir adelante.
Excepto cuando no hay fuerzas,
que simplemente no se puede hacer nada.
Y ahí es cuando debería haber alguien
que nos forzase un abrazo
y nos salvase del abismo.

La piel me dice: vive, ahora
la urgencia de actuar
pero el mundo parece girar en contra.




Nada es para siempre,
dice mi tinta sobre la piel.
No dejes pasar lo bueno,
no dejes quedarse a lo malo.

martes, 11 de junio de 2013

deus ex machina

Hemos conocido tiempos mejores,
hemos vagado por las aceras dormidos,
con los ojos cerrados, viendo pasar sobre nuestros párpados
las luces de los coches,
neones,
mecheros.

Somos como seres nocturnos,
pequeñas aves oscuras,
mariposas frenéticas.
No nos sienta bien,
pero nos calma las heridas.
Vivir del revés
(rêve)

Con el pelo como antorcha,
la voz en llamas,
las piernas incandescentes.
Quiero quemar las nubes bajas
que se atrevan a anegar mis pulmones.
Quemar las alas rotas que arrastra el viento,
quemar los tejados de esos recuerdos
que no nos dejan respirar
vivir.

He conocido tiempos mejores,
con más sonrisas y menos camas tristes.
Con menos reproches y pechos abiertos,
de corazones que laten por máquina
(deus ex machina)

Pero esos tiempos mejores
no son más que otra luz que acaricia nuestro rostro
cuando pasamos ausentes por la calle,
de noche.
Y cerramos los ojos,
y la bestia nos mira, altiva.
Nos dice: Has conocido tiempos mejores.

Somos criaturas de las sombras. A mí ya no puedes herirme;
los tiempos mejores me hicieron cre(c)er
para sobrevivir al presente.
Más aún,
para vivir. Que la bestia no nos intimide.
Nosotros también sabemos aullar, rugir, arañar.

Somos amos y señores.
Construyendo tiempos mejores.
Quemándolo todo.

Le contestamos, compasivos:
Mi cuerpo ya no es tu templo

ahora somos nuestros propios dioses



máquinas perfectas
con engranajes que giren, pechos que latan
por algo más que por la inercia de un reloj.

domingo, 9 de junio de 2013

Wild

Paso la vida mirando al cielo,
esperando una señal que no llega.
Tengo barro en los zapatos
y hierba creciendo, subiéndome
por las piernas.

Paso la vida mirando arriba,
buscando unos ojos que no son los míos,
para ver si en su reflejo
puedo cerrar las puertas del infierno.
Y me nacen sonrisas de sonrisas.

Paso la vida sola,
ante la llaga,
metiendo los dedos, abriendo la carne.
Mirando en la herida
esperando un milagro

encontrar una mano que detenga
el desenfreno del desboque,
que sepa montar el caballo
y llevarlo a morir

allá donde todo sea mar.




Acostarse temprano




Es difícil de expresar.
Pero lo veo, lo siento. Y no sé qué hacer con ello.
No me atrevo a fallar.
Necesitaría cientos de líneas, y solo tengo
delirium tremens
en la voz, en los párpados, en el pecho.

Claro que sí,
las cosas son lo que son.
Puedes intentar cambiarlas,
y puede que lo consigas.
Algunos logran ser mejor,
otros que no les duela no serlo.

Eres lo que eres,
igual que las cosas son lo que son.
Ser efímero, ser vano,
ser de niebla y luz.
Y no poder ser más que un cuerpo.

Nomeolvides



sábado, 8 de junio de 2013

Al sol

Abrir todas las puertas y ventanas,
que los pájaros huyan en desbandada.
Que los monstruos invadan la casa.
Están invitados, soy yo.
Las paredes siempre son blancas,
los ojos siempre son puentes
y la risa siempre cura.

Somos nosotros,
con los más y los menos.
Las personas que te gustan,
las que no.
A veces cambiamos, a veces no.

Quitar el tejado esperando un verano,
aprender a querer.
O no.
Bailar sola, para algunos es un nuevo día;
para otros uno viejo.

Somos así,
no hay que sufrir.
No hay que ponerle nombre a estas manchas,
ni meter el dedo en esta llaga.

Abrir todas las puertas y ventanas,
ver a aquellos que viven fuera,
sonreír.
Soltar una carcajada
y salir a correr.

Abandonamos la casa,
somos felices al sol.

viernes, 7 de junio de 2013

de A a B

todos idos.
un guiño cómplice
pasa como un tren.

pasar la vida
buscando esos guiños,
esa estrella del norte,
aullando a la luna.

pasar la vida
y quedarse aquí,
allí.
Nunca nos fuimos.
nunca nos movimos.

pasar la vida
y ser siempre distintos,
los mismos.

buscando un guiño,
un tren al que subirse,
una estación en la que morir.

todos idos.
leo mentes.
créeme.

combatiendo los elementos

El viento arrastra alas de polillas. No es ni frío ni caliente. Es como un aliento.
La piel cede, se agrieta. A jirones, como el alma del mártir, cae.
Es sustituida por ese viento que arrastra, irónicamente, alas sin pilotos.
Salvemos las cenizas. Nombremos a los muertos.

Pintarse unos ojos sobre los párpados. Una sonrisa sobre los labios.
Que llueva y caiga la pintura. Tenemos ojos, tenemos voz.
Sonrisas sinceras. Nunca mienten. Tiemblan, gritan, desafían, crecen.
Insuflar. Inyectar. Espolear.

Piernas para qué os quiero. Siempre el plato secundario. Antes teníamos alas.
Pero se las llevó el viento, se las tragó el sol. Así que, piernas, para qué os quiero.
Si no es para emular el vuelo, si no es para escalar el cemento,
que sea para dar patadas, para escribir la historia.

Tantos cojines,
tantas almohadas.
Uno puede morirse en su casa. Y que nadie lo sepa.
Porque nunca encontrarán el cadáver. Y uno seguirá yendo a la oficina, incluso muerto.

Lo más difícil de vivir es tomar decisiones, vivir con ellas, ver sus ojos al despertar.
Por eso solo dejo que el tiempo corra, corra. Y se aleje de mí.
Yo también corro y corro. Y me alejo de mí.
Porque sueño, no lo estoy.

(y las peores heridas son autoinflingidas)





jueves, 6 de junio de 2013

improvisando

Esa puta sensación de que no puedes seguir adelante.
De que no puedes con tu cuerpo,
contigo misma.
De que no quieres, que da mucho más miedo.
Que quizás estés ciego y rompas a tu paso.
Y no querer seguir perteneciendo.

Esa puta sensación de no poder reponerte
de cada puta palabra que te fue dicha.
De acordarse de todo. De que duela el puto pecho,
pero físicamente, en el centro.
El asma de los que yerran.

No saber con qué cara afrontar el día siguiente.
Necesitar desesperadamente un consuelo,
un abrazo, una confirmación.
No querer afrontar ningún día siguiente.

No sé sobrevivir a las palabras.
No sé sobrevivir a las decepciones.
No sé sobrevivir odiándome así.

Esa sensación de estar encerrada en la espiral.
De no querer vivir después de haber herido a tanta gente.
De no querer vivir con estas uñas, con estos ojos, con esta voz.
Porque no puedo huir de mí misma.
No puedo encerrar al monstruo, porque soy yo.

Y siempre estoy yo, frente al espejo,
buscando el punto débil
en el que clavar el cristal.
No quiero vivir en un mundo en el que exista yo,
así.
No quiero tener esto dentro toda mi vida.

Solo desaparecer,
callar,
cerrar los ojos,
apagar todas las luces y desnudarse.
Y entonces pensar que ya no existes,
que nunca lo has hecho.
Que la gente vive y sufre sin ti.
No sé vivir con la culpa,
porque no necesito más armas de las que ya tengo.

No sé vivir.



Y debería ser lo suficientemente buena, mejor, como para hacer algo con este sentimiento
pero no lo soy.
Solo estoy rota y aúllo.
No puedo hacer más que sentirlo.

.




Voy a reunir fuerzas,
para abrir estos pulmones al agua,
y tragarme este cielo nocturno.

Todos nos hundimos alguna vez.




miércoles, 5 de junio de 2013

The fool and the fall

Yo solo pido
que te rías conmigo.
Que sientas el sol cuando lame,
y la piel cuando escuece.

Solo te pido
que dejes que la lluvia moje,
que las heridas sangren,
que la playa brame.

Y que dejes latir y golpear
el corazón sobre el pecho,
sobre papel,
sobre los labios.

Yo solo pido 
un torrente de ojos
y el pelo al viento.
Olvidar quiénes somos, fuimos y seremos.

Riendas o no,
cabalgar.
Que dejes que las heridas sanen
(si es que lo hacen)

Que la fe es una cuestión personal.
Y al final,
todo morimos, 
herid/mos.





martes, 4 de junio de 2013

Velado

- No escribe porque no sabe lo que siente. Está esperando a sentir algo real entre accesos de odio y euforia.
- No escribe porque no quiere ponerle nombre a las cosas. Le gusta lo innominado, que lo mismo tiene filo como tiene alas.
- Bueno, la cuestión es que a veces se queda así, mirando a las personas, intentando entender por qué no tienen nombre. Y no sabe qué siente. Por eso no escribe.
- Como sea, está en espera. Finge que duerme, pero está en espera: abrirá los ojos cuando tenga la voz y el aullido de nuevo.
- Ausente.
- Quizás leyó demasiado y demasiado pronto; quizás tiene ahora esos ojos que atraviesan a las personas, y las dejan desnudas, temblando y gritando en mitad de una autopista.

sábado, 1 de junio de 2013

Casandra

La anticipación, la premonición. Soy Casandra. Todos los incendios anegaron mis pulmones antes de la primera chispa. Para cuando llegaron las cenizas, el pecho era como la caja de resonancia de un dragón.
Los cristales rotos me cortaron cuando aún eran solo espejos. Y las alas me fallaron antes de estar siquiera cerca del sol. Ver, más lejos, con los ojos de Apolo. Ciega de mirar al sol.
Soy Casandra. La prostituta que escogía mal a sus clientes. La esposa que no supo cumplir su palabra. La repudiada del Dios. La profecía. La adivinación.
Con el sabor en la boca de la ira de un dios. Y el sabor del pasado, con arena sobre las heridas. Y el sabor del futuro, con heridas antes que sonrisas.

Casandra, la segunda esposa; la segunda hija; la madre de los recuerdos.

a la mierda primavera

Soy un fantasma.
Mi armadura es sangrar.

**

"No te derrumbes"
"No te derrumbes"
La música ha dejado de ayudar.
Aflora una mueca,
una sonrisa,
orgullo,
derrota.
No sabes quién eres.
No sabes dónde estás.
No quieres más que correr
y perderte
entre la gente, entre las casas,
entre canciones demasiado altas,
demasiado ajenas,
como los brazos.
Estamos ganados desde siempre,
revolverse contra uno mismo
es la forma de liberarse,
rajarse, romperse,
ganarle a la vida
o morir.


**

Esa sensación de no pertenencia,
de estar suspensa,
de un verano que es un abismo.
De que quizás no sobrevivas,
de que quizás no quieras hacerlo.

De pronto no tienes nada,
se te olvidó vivir.
Y estás en cola de espera.
Da igual.