miércoles, 12 de junio de 2013

De hora en hora




Llorar por historias ajenas.
Ese es el dolor de la realidad.
Sentir el sufrimiento del otro,
ver en sus ojos el pozo que les traga.

Llorar.

Por estar ausente en esa guerra.
Es la frustración de ver morir tras un cristal.
Como si las lágrimas pudiesen curar y devolver la vida.
No me quedan más recursos que sentirlo,
triste, duro, oscuro y lejos.

Campos de batalla ajenos.
Siempre quise morir acompañada
en una empresa que no fuese la propia.
Mis guerras son poco dignas.

Y cuando no puedo hacer más que sentirlo
y ni siquiera es algo que pueda acariciar,
no me queda más que llorar
porque la vida no es justa,
y tú no te mereces esto
y yo siempre pensé que, si era verdad,
por qué no aparecía alguien para darme lo que sí merecía,
o consolarme y ofrecerme algo mejor.

Pero no hay vuelta atrás,
el conocimiento no puede negarse.
La desilusión no se olvida
y las cicatrices no se borran.
Solo podemos levantarnos,
porque la vida no es justa.

Siempre es una nuca que mira una nuca que mira una nuca.

Nadie se para a darte lo que nadie te dio antes.
Porque no tenemos lo que merecemos;
y no sirve de nada saberlo.

Lloro porque no se puede hacer nada
más que seguir adelante.
Excepto cuando no hay fuerzas,
que simplemente no se puede hacer nada.
Y ahí es cuando debería haber alguien
que nos forzase un abrazo
y nos salvase del abismo.

La piel me dice: vive, ahora
la urgencia de actuar
pero el mundo parece girar en contra.




Nada es para siempre,
dice mi tinta sobre la piel.
No dejes pasar lo bueno,
no dejes quedarse a lo malo.

1 comentario:

Karla Estrada dijo...

Muy sentidas tus letras con carga de realidades nuetras o ajenas.
Un gusto visitarte.
Un abrazo cariñoso.