Si pudieses ser un fantasma,
el espíritu de un cuerpo que murió de sobredosis,
no cambiaría demasiado cómo suena el viento en tu ventana.
Seguirá tu voz sonando igual de rota.
Nunca probaste esta droga. Que te mate.
No crees sobrevivir al verano. No lo harás.
Va más rápido que tú y el pelo se engancha en cada pomo de cada puerta
de este pasillo y su sonata. No es otoño,
es verano,
Sin Rumbo.
Las manos frías
y la vida a pequeños sorbos
y amaneceres desbordantes
que te pillan con la boca llena de pesadillas
y aún ni siquiera te has acostado.
Recoges tu ropa
(la poca que llevas)
captas ese guiño,
ese momento.
Eres el intruso que quiso vivir fuera
o dentro.
Las manos frías,
el fantasma de una sobredosis,
amaneceres desbordantes,
que te pillan de puntillas,
en el umbral de la puerta.
No miras atrás,
no te atreves.
Son esos cristales que te dibujan,
te hablan,
de dicen qué eres. Y tienen razón.
De mal en peor
como cantos rodados.
Nada ni nadie
y solo queda un grito, una canción bajo el agua y dos piernas que te lleven muy muy lejos.
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