domingo, 30 de junio de 2013

Solo yo.

Estoy sudada, hace calor y me sobra la ropa.
Tumbada sobre una cama enorme miro al techo, fuera de la ventana.
Quizás sea la fiebre, quizás este mes tan duro.

El pelo me huele a tabaco aunque no fume.
Son los alientos ajenos enredados por el viento.

Por primera vez en mucho tiempo el corazón se resigna a latir.
También sigo enferma, a veces no queremos curar ciertas heridas:
que supuren y recuerden.
Mete los dedos en la llaga cuando comiences a sentir lo mismo.
Y así, poco a poco, serás lo suficientemente dura como para poder ser buena, y fuerte.
Como esas montañas azotadas por la tormenta, que sonríen y cantan:
son grandes y han aceptado su destino.

Hace calor y tengo fiebre, mala combinación.
La mente, en blanco, retumba con el sonido de mis propios latidos.
Se está depurando, está siendo libre.
Las garras de mi lengua ya no pueden arañar las entrañas;
no si mantengo el látigo siempre bien sujeto,
dispuesta a cantar para amansar a la bestia,
dispuesta a reducirlo todo a cenizas,
y volver a construir.

No hay culpas, no hay pasado, no hay anhelos
y los cadáveres de los que maté ya están en paz, lejos.
No hay expectativas, no hay deseos,
y los afectos que necesité se desvanecen en mi propio mar.

Buscamos a otros en nuestro propio laberinto.
Pero solo estamos el Minotauro y yo,
 que nos necesitamos tanto el uno al otro que, al vernos,
nos volvemos uno.
Dejamos a alguna Ariadna esperando,
con el otro extremo del hilo en la mano.
Volveré cuando haya matado al monstruo,
amor mío.

Pero solo estoy yo, mi aliento cálido,
mi piel ardiendo,
mi frente húmeda.
Leyendo palabras ajenas,
buscando, en los recovecos de mi mente,
esa revelación que hará que aprenda a estar sola,
a descolgarme de esta ventana y sumergirme en mi agua.

La mente, por fin libre, deja de esperar.
Se activa el mecanismo de las piernas.
Se eleva el muro que se quemó para ser siempre violada.

Porque sueño, no lo estoy.
Pero no creas que no escucho por tener los ojos cerrados.
Hoy soy. Solo yo.






1 comentario:

caótica practicante. dijo...

“Y ahí, en la última hora, justo frente al abismo, un segundo antes de la caída; el paisaje es impresionante y todo se ve muy claro.”
Carlos Silva.