domingo, 29 de diciembre de 2013

Diciembre acaba

Tengo tu nombre en la piel,
tu olor entre las sábanas.
Tus ojos grabados a fuego
en cada latido del pecho.

Tengo tu voz suave de madrugada
y la forma en que me abrazas.
Tengo tus manos sujetándome,
el tacto de tus alas.

Tengo la sonrisa que me das,
y la tuya, a veces luz
y a veces tan cansada,
que no quiero más que besarte.

Quiero extender las manos y tocarte,
decirte que estoy aquí.
Quiero curar los agujeros que hicieron
los niños crueles con sus acusadores dedos.

Quiero llevar el sol a tus días fríos
y ser quien te encuentre, perdido, bajo la lluvia.
Quiero colarme entre tus cristales rotos
y dormir abrazada a tu espalda.

Salvada.
Y Diciembre acaba.





miércoles, 25 de diciembre de 2013

Motivos

"Tienes que dejar de hacerte daño; tienes que disfrutar y nada más", me decías.
Pero no era nunca tan fácil como parecía cuando lo hacías tú. Porque siempre estabas de pie, y cuando caías, te levantabas y seguías adelante. Quizás por esa forma de vivir de "no nos arrepentimos, no pedimos perdón", te golpeaba tan fuerte la vida, cuando te alcanzaba. Yo era más de "nos arrastramos por penitencia" y claro, jamás me daban un golpe fatal, de esos de por sorpresa; ya me iba golpeando yo, poco a poco, para ver si así me acostumbraba al dolor, que era de lo que creía que iba la vida.
Querías protegerme; supongo que al verme así sentías lo mismo que yo cuando te veía a él mal. Era como ver un muro quebrarse. No sé.
Solo que tus grietas asomaban poco, y nunca más que grietas, aunque yo supiese del humo y de las cenizas. Yo, sin embargo era todo alaridos y pelo en llamas, era un continuo de días en el que alternaba el estar feliz con el sentirme la persona que menos merecía en el mundo. Supongo que esa fue siempre mi forma de vivir, solo que antes no tenía nadie que me mirase.
Y nunca era tan fácil como parecía, porque entraba en un bucle de terror. Sé que puedo ser pesada, sé de mis miedos recurrentes, de mis lágrimas... y cuanto más pienso en lo que eso desgasta a cualquiera, más se agudiza toda mi mierda. Vivía con miedo de perder, con miedo de hacerlo mal. Y supongo que aún vivo de esa manera las veces en las que me suelto y me empieza a tragar el remolino. Pero tengo también tu voz, para traerme de vuelta. Y tus ojos, para ponerlos entre tú y el espejo y sus cristales. Y tengo algo por lo que luchar contra mis monstruos.




martes, 24 de diciembre de 2013

Mi mar, mi norte. (Me ahogué, me helé)

Recuerdo tu mar, a las puertas de un Abril,
y su lluvia.
Recuerdo su color de grises y tu voz
entre las olas.
En algún punto entre esa playa vacía
y su atalaya de verdes,
decidí quedarme para siempre
atrapada en esta historia,
entre tus manos y tu sonrisa,
que eran como puertas que se abrían
una vez cada cien lunas.
Decidí hacer de tus sábanas mi templo,
y de tu ojos mi luz.
Decías andar perdido en las tinieblas,
pero a mí me enseñaste el camino.
Y ahora, por primera vez,
estoy en casa. Completa.
Eres mi hogar, allá a donde vayas.
Me levantas, una y otra vez.
Me sonríes, como si la vida no pesara.
Recuerdo tu mar,
y lo grande que era para mi pecho,
esa sensación de perderlo todo
y estar de pie, desnuda, ante la vida.
Y entonces me cogiste de la mano.
Guiñabas el ojo para decirme
que todo iría bien.
Me cogiste cuando yo lloraba ante el mar,
cuando no podía volver al norte,
cuando no encontraba mi hogar.
Te he necesitado toda mi vida,
en cada noche de espinas,
en cada error y caída.
Pero llegaste tú,
al final, justo cuando empezaba a llover
en aquella playa tan triste.
Y supe que me veías,
a través de la piel
y a través de las heridas.
Nunca nadie me había conocido,
aunque yo siempre diga
que te equivocas,
nunca nadie me había conocido,
de dentro a fuera.
Y yo lloraba,
estaba tan perdida
que no quería seguir adelante.
Apareciste, mi norte,
mi mar,
te sentaste a mi lado en silencio
y supe que me habías visto,
que sabías quién era.

Me salvaste,
me salvas cada día.

Eres mi mar y mi norte,
sin ti estoy perdida.



2024: eras un Monstruo. Lo recordamos nosotras: G., C., M. y yo. Pero nosotras lo vivimos, aunque no lo supimos ver. Siento haberlas seguido en tu camino de tierra y barro. Siento no haberlas creído.
Con tus gritos y tus golpes, tu luz de gas y tus chantajes. Acabé sola y aislada, encerrada en tu jaula. Espero que puedas cambiar, y lo hayas hecho. Espero que nunca haya que sumar otra inicial a la lista de chicas que tú definías como locas, malas y mentirosas. La lista el la que nos metías a todas las que ya no podías controlar. Aquellas que pusimos nombre a tus abusos.




domingo, 22 de diciembre de 2013

El lobo feroz

Tú eras el lobo feroz de todos los cuentos
y yo la niña perdida
en el País de las Maravillas,
en pos de un dragón.

Tú, disfrazado de asesino,
rodeado de Caperucitas de doble filo.
Yo, simplemente,
no estaba. No creía en el destino.

Tú tenías esos ojos verdes
de humano derrotado,
bajo ese traje de lobo
que rezumaba sangre,
roja,
propia.

Te vi de rodillas,
aullando.
Y quemé todos los puentes
hacia las torres de mis dragones.

Reescribí el cuento,
te encontré donde no te buscaba.

Eras siempre el malo
en los cuentos de otros.
Aquella era su forma de tenerte atado,
haber capturado al lobo.

Quizás te pusieron la corona rota
y usaron tu cuerpo de soldado.
Pero créeme si te digo
que no eran más que pesadillas,
que tu historia aún debía ser escrita.

Que no inventaremos personajes,
ni héroes ni villanos.
Solo tú y yo,
siempre,
adonde quiera que vayamos.

No volverán a ponerte cadenas
y a encerrarte en la oscuridad
de sus exigencias
de niños caprichosos,
adultos repugnantes.

No volverás a los oscuros bosques
donde acechan monstruos
disfrazados de indefensas niñas,
vestidos de rojo,
con el corazón seco
como los troncos del otoño.

No volverás solo,
nunca más,
a sumergirte en la gélida oscuridad,
a enfrentarte a ti mismo,
en campos de batalla
y abismos.

Tú eras el lobo feroz de todos los cuentos,
el que haría cualquier cosa por verme sonreír.
Me rescataste de mi País de las Pesadillas,
me despeinaste el pelo
y llenaste de barro mis tobillos.

Te intentarán robar, siempre,
para otras historias,
para usar tus garras
en defensa propia.

Tú eres el lobo feroz,
al que hicieron malo en tantos cuentos,
todas aquellos niños que tejían
su historia en lugar de realidad,
para no tener que admitir
su imagen en el espejo.

Si el enemigo está siempre dentro,
me alegro de haber entrado en tu pecho,
siguiendo el reloj de tu voz.
Y de aquí en adelante,
que te quede claro,
que el lobo feroz de nuestro cuento
no va a volver a ser el malo.





sábado, 21 de diciembre de 2013

Luz


Y vienes tú,
en la noche más oscura.
Me tiendes tu mano.
Y amanece.



Gracias por salvarme.

Volver a casa

Arrancarme las entrañas
y arrojárselas al dios helado
que guarda los pies de mi cama.
Hurgarse las heridas.
Volver a casa siempre será
volver a casa.
Retomar viejas costumbres,
ahogarse en las mismas
aguas.

A veces, me voy perdiendo,
si me sueltan la mano.
Me traga este mar denso
y oscuro.

Estoy sola y perdida.
Siempre que vuelvo,
estoy sola y perdida,
y perdiendo.

Me encaramo al sofá,
porque todo el suelo es lava.
Me quedo quieta, quieta,
para que sepan todos
dónde me pueden encontrar.

Porque es esta ciudad,
o sus historias,
o estar tan lejos,
de donde quiero estar.

Y al final da igual.
Porque volver a casa siempre será
volver.

Y yo solo quería no tener que dormir
en el lecho de lágrimas y
el pecho de espinas
de la niña que se marchó de casa
pero al parecer
nunca se fue.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Solo Dios sabe

Si es verdad que existe un Dios,
solo él sabe de nosotros dos.
Solo él puede entender de ti y de mí
de la manera en la que nos queremos,
en la que nos hacemos.
Solo Dios sabe
de nuestras noches quebradas,
los puños en la pared,
las lágrimas en la bañera.
De nuestras noches sonámbulas,
los besos en la espalda
y las charlas eternas.
Las cicatrices escondidas
y las sonrisas sinceras.
Porque yo solo sé de ti
de un tiempo a esta parte
y las orillas que se recortan
en el horizonte
de tus noches oscuras.
Solo sé que me cuidas cada segundo,
solo sé que me lo darías todo,
solo sé que me quieres,
que no te irás y que te culpas
de cualquier daño que pueda manchar
nuestro cielo de trasquilones.
Solo sé que debiste sentirte muy solo
y que no te gustan las cicatrices.
Solo sé que me quieres.
Y de mí, no tengo más
que el miedo a los espejos
y el sentimiento de hacerlo
todo, siempre, tarde y mal.
No tengo más que el quererte,
y luchar.

Es por eso que, si existe un Dios,
solo él nos ve,
como yo te veo a ti
y como tú me ves a mí.
Por eso nos juntamos,
porque cuando yo te miro
y tú me miras,
Dios existe,
y solo él sabe,
bajo nuestra piel.




Will the circle be unbroken

No pueden romperse los círculos,
una vez cerrados.
Igual que no puedo borrar la tinta de mi piel.
O el tiempo y sus estragos.

No pueden soltarse nuestras manos,
después de habernos encontrado.
Que dos vidas solo se cruzan una vez,
y lo demás es vivir juntos o separados.

Solo chocamos una vez,
y es nuestra tarea agarrarnos,
no dejarnos caer,
elegir el camino difícil: ser salvados.

Dices que me quieres y andamos el camino
que no puede ser borrado,
por mil tempestades que caigan
o llevemos a la espalda.

Pueden venir los fantasmas
o llegar los inviernos.
Podemos perdernos en el infierno
y ser tragados por abismos.

No puede romperse este círculo.


.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Your song

Hemos sido niños temblorosos, rotos en pedazos en la ciudad de la piedra y el sol. Y supongo que nunca dejaremos de serlo del todo, en las noches de invierno.
Se nos hace pequeña a veces la vida. Tenemos el pasado con los colmillos clavados en nuestros tobillos. Y nada de las llaves de las puertas donde está la cura de esta forma de arrastrar pecados.
La mitad de las veces que te toco soy incapaz de hacerte saber la forma en la que necesito tu piel. La otra mitad estas dormido y lejos. Te miro y espero que puedas leerme la mente. Me callo y espero que escuches mis latidos. Vivo de esperar milagros, porque nunca supe cómo recomponerme, menos aún a otro ser humano. Puedo prometer no irme nunca, pero supongo que no son más que palabras, y aún busco la forma de encajar mis pedazos en tus huecos. De cubrir los agujeros que nos hicimos a la desesperada, para poder respirar. Que tengo miedo de que un día te congeles en silencio, mientras duermo, llevado por ese viento frío que se te cuela por las grietas. Por eso te abrazo fuerte. 
Quiero poder hacerte feliz. Quiero ser capaz de hacer que (te) deje de doler la vida. Cogerte de la mano y llevarte adelante, conmigo. Saber cómo hacerlo, como salvarte de los clavos y las muros, hacer que te perdones, que me perdones. Dejar atrás los cadáveres que arrastramos, buscar algo mejor, juntos.
Decías que cuatro manos son mejor que dos. Y sin embargo a veces te quedas callado, serio, y sé que estás tocando cristales rotos, sé que estás sangrando; mientras mis manos se convierten en puños crispados, intento alcanzarte y no llego. Si pudiese cantar te haría una canción, te salvaría... pero solo puedo quedarme contigo, siempre. Con lo bueno y con lo malo. Tener despertares con sonrisas, y tener noches de abismos. Dormirme abrazada a ti. Confiar en que el tiempo (juntos) vaya curando, que ser feliz se convierta en costumbre, que no volvamos a despertar de madrugada con un mal sueño y un nudo en la garganta. Hacer de estar juntos nuestra forma de vida y seguir adelante. Seguir así, contigo, como cuando me abrazas y me salvas. Pero esta vez me toca a mí.


yo sí me quedo

jueves, 12 de diciembre de 2013

A través de la piel

Dicen que mirar a las estrellas es mirar al pasado. Será que todos estamos ahí, anclados, prendados, pidiendo deseos a los que ya se fueron; hasta que alguien pasa a rescatarnos. Nos toman de la mano. Dejamos atrás las luces de los muertos y empezamos a dejar de ser uno de ellos. Yo, yo no sé que habría hecho sin ti, si lo único que sabía era hundirme en las aguas negras y frías de uno mismo.
Y sé que no te gusta verme triste, pero entiende que a veces esté así, porque quiero demostrarte lo que siento, porque quiero que te alcance mi voz; y casi nunca sé cómo hacerlo.
Antes de que despiertes siempre tengo un millón de palabras que decirte, y todas hablan de esa luz que tienes, y todos ven, y todos beben, menos tú. Luego abres los ojos y me pierdo en tu verde, en tu campo abierto de por las mañanas. Y es que contigo es tan fácil que la vida fluya, que se me para el corazón cuando te veo a ti quieto. A tu contracorriente de siempre sé lo duro que te debe de resultar tener compañía en esas guerras silenciosas que yo solo intuyo cuando ya pasaron y vuelves a mí, con el pecho abierto y la sonrisa cansada. Sé lo duro que fue dejarme entrar, y lo duro que es para ti perdonar(te). Y quiero decirte lo que siento, para que no volvamos a mirar al cielo nunca más, para que puedas tener la paz que yo llevo dentro, que tú me diste. Porque no es fácil encontrar algo así; la fórmula para no tener frío nunca más. Y si supieses lo que veo yo no volvería a dolerte mirar las estrellas. Por eso pienso que habría hecho yo sin ti, bajo un cielo oscuro y hambriento, y corro a buscarte; 
y te cojo de la mano, aunque ya sé que no te gusta. En silencio. Solo me quedo ahí, esperando, creyendo, como la idiota que soy, que si me falla la voz, a lo mejor, puedes sentir cómo te quiero, solo a través de la piel.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Solo tú

Recuerdo aquella cama estrecha, y tú y yo diciendo que no nos enamoraríamos. Y supongo que lo dijimos en voz alta, pero nos lo decíamos a nosotros mismos. Recuerdo todas las veces que te he visto dormir, y todas las veces que soñé contigo. Recuerdo un día de principios de verano en el que me cogiste la mano, de forma furtiva. Recuerdo un viaje de autobús en el que volviste a hacerlo. Y yo ya no supe qué pensar. Y se me derrumbaron los muros, y quedé desnuda, cruzando media España, contigo, que a saber a dónde íbamos. Recuerdo no tener nada, y tenerlo todo. Y esa sensación de recuperar las alas, cuando decidí, camino del norte, que estaría contigo, incluso aunque tú no estuvieses ni para ti mismo. Las tardes de verano bajo el cielo de gaviotas, y sus noches y maletas. Recuerdo las maneras de despedirse, aquellos besos en mitad de una calle, en mitad de la nada. Recuerdo el miedo ante las puertas del cielo. Recuerdo esta calle de todos los días, siempre de noche, donde nunca me atrevía a decir adiós. Recuerdo Madrid y sus fotografías. Recuerdo el metro y el aeropuerto. Las flores, las sábanas siempre blancas y deshechas. El mar. Recuerdo mucho el mar. Y me entran ganas de llorar de lo inmenso que fue su bramido y su frío en un Abril gris. Y lo lejos que estaba entonces de encontrar un sitio en el que descansar; con su lluvia y tú siendo prácticamente un desconocido. Luego te recuerdo a ti, en una estación, con gafas de sol y yo solo con ganas de ti. Y luego ya solo esto. Solo el corazón haciéndose grande, hasta apretar el pecho. Solo algo nuevo, que siempre había estado ahí. Solo el cielo abierto y el tiempo pasando, rápido. Y la vida dejando de doler, y el abismo dejando de mojar. El agua tibia limpiando las heridas, tus manos sujetándome fuerte. El mar del verano, tranquilo y del color más bonito del mundo. Y yo recogiendo mis pedazos, para hacer algo mejor. Y yo siendo, contigo.
Solo tú y (tu) luz.



martes, 10 de diciembre de 2013

La luz

En mitad de la noche abrazo tu espalda.
Vienen a asaltarme los fantasmas
que me hacen llorar.
Pienso en ti, y en el vacío de antes de ti.
Era un vacío que parecía normal.
Ya sabes,
como en todas esas novelas
en las que no salen dragones.
Y nadie echa de menos la sombra de sus alas
hasta que aparecen en el cielo
y piensan cómo pudo ser posible vivir
antes de eso.

Un vacío que todos tapan, en sus vidas,
a golpe de normalidad de
"aquí no pasa nada".
Y yo lo oía aullar, sin encontrar el agujero,
la sangre bramaba.
Era esa sensación de estar perdiendo la vida,
escapándose,
porque me quedé congelada entre la primavera
de unas páginas y el invierno
en le que tocó crecer.

En mitad de la noche me abrazo a tu espalda,
nunca más como un náufrago
que se aferra a su tabla.
Nunca más como si fuese mera supervivencia,
como si fuese solo casualidad y circunstancias.
Sino como Prometeo y el fuego,
como Ícaro y el fuego.
Como quien decide dejar de ignorar ese abismo de vida
que llena a muchas personas.
Y tener esas noches
en las que no hay mar en el que ahogarse
sino camas en las que ver nacer
la luz
sobre la soledad.



domingo, 8 de diciembre de 2013

Más

La luz de los domingos de invierno
es como miel entre el hielo.
Que se queda pegada a las manos
y al pelo.
Luz que dura toda la semana.

Es diciembre un animal hambriento
y estamos en sus tripas
pasando el tiempo,
celebrando fiestas para no morir
de frío.

Tenemos el corazón cerca y lejos.
Tenemos estos meses a la espalda
que pasaron rápido y
será quizás que morimos.

Que quizás obtuvimos el perdón,
y estamos en el cielo.
O quizás seguimos encerrados
en el cuento.

Despertar los mediodías y
dormirse en las madrugadas.
Es nuestro plan de invierno,
de hibernación.
Estamos haciendo más
que sobrevivir.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Al final era al principio


Yo sé tu nombre.

Yo sé quién eres.
Yo te he mirado a los ojos
y me has dado la vida.


Gracias por salvarme.
Te quiero.

lunes, 2 de diciembre de 2013

el camino



¿Qué me queda ya por decir?
Si, aun con mapa, me pierdo en los dibujos de tu espalda.
Si, bajo el agua, se rompen las fronteras del piel con piel.
Que no te puedo contar nada nuevo, ni nada que no sepas ya,
pero te contaría lo viejo cada día, al despertar,
antes de dormir,
da igual. 

Haría reciente lo antiguo,
si algo tuviese la oportunidad de marchitarse en el camino.
Pero resulta que ni siquiera es una planta que haya que regar,
que al parecer salpicamos lo suficientemente lejos
y reímos lo suficientemente fuerte
como para estar rodeados de luz
y de vida.

¿Quién quiere alas?
si dejaron de importar las distancias
y ahora (y siempre) lo que importa es el camino
(contigo).



domingo, 1 de diciembre de 2013

the world was built for two

Crucé mi vida entera para encontrarte.
Aprendí a andar en horizontal.

No completé los doce trabajos,
mis tareas quedaron pendientes
y ahora acumulan polvo en alguna esquina.

Tampoco fui la hija pródiga,
o la amante eterna. Tuve que ensuciarme
con la propia sangre,
con el lodo del camino,
por salirme de la vereda.

Huí de los márgenes del cuento,
desgarrando historias y perdiendo la corona.
Ni miento ni exagero
cuando digo
que he estado perdida y rota.

Que seguí la ausencia de señales
en el camino oscuro,
para encontrarte en mitad de la nada,
sin nada que ofrecerte
más que manos vacías
y salmos quebrados.

La cuestión es que desperté
para dormir a tu lado.

Que llegué con el pelo enredado
y tú con tus ojos profundos.
Y supongo que, en mitad de la noche,
de alguna forma que aún desconozco,
nos salvamos.




sábado, 30 de noviembre de 2013

El enemigo

La vida pasaba y se llevaba prendido al pelo esta sucesión de días.
Cómo se fue el verano y nos dolió el otoño.
Dejaba estas tardes de poca luz antes del dorado de la navidad,
y todas mis malas caras,
como si nos hubiesen robado el sol.
Veía la luz dorada en la ventana del edificio de enfrente.
Se hacía de noche. Y yo no tenía más,
que la imperiosa necesidad de esconderme,
y que me encontrasen.

Y supongo que, mientras tanto, fui yo
quien encontró algún descosido en el que hurgar,
y tirar del hilo.

Tenía una cama enorme, donde entrábamos los dos
y todos mis errores.

Supongo que mis pirotecnias eran el resultado de esta forma de querer, tan "después de tanto tiempo", que me hacía sentir fuera de lugar. Todo aquello de que esto no es para mí.

Supongo que también es que nunca acepté bien la vida y sus cosas. Y que si me dejaban opinar siempre acababa hiriendo con la boca.

Y ahora

no tengo más que el sabor de las cenizas.
Y su recuerdo.
Cada noche viene un ángel
a llevarme. Y yo no sé que hacer,
si no es fingir que estoy dormida.
"Vuelva usted otro día"

Resumiendo, supongo que mi locura en carne viva
y toda esa mierda de apariencia me hacían atractiva,
de la manera que es atractivo un cuadro del mar,
o la fotografía de un invierno.
Luego, en la realidad,
quedaban los naufragios y desiertos. Quedaba yo,
llorando descontrolada,
con garras,
sin alas.

Quedaban los alientos
en la noche,
heridos,
dolidos.

Quedaba el frío
de ser el (propio) enemigo.




Y luego, estabas tú,
y cuando me abrazabas,
solo éramos eso:
tú y yo.





viernes, 29 de noviembre de 2013

Ever after



I know this room, I've walked this floor
I used to live alone before I knew you.
I've seen your flag on the marble arch
Love is not a victory march
It's a cold and it's a broken Hallelujah.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

our home

En esta cama,
como una balsa en mitad del océano,
naufragamos
y nos salvamos.

Entre estos muros,
del color del campo abierto,
nos gritamos
y también fuimos uno.

Sobre ese pasado,
lleno de recuerdos como espinas,
contruimos
y fue algo bueno.


Hemos cruzado noches frías,
hemos pisado las baldosas,
pasada ya la madrugada,
en alguna misión suicida.

Hemos errado, para ver si los cristales
de nuestra derrota, podían cortarnos.
Y esa es la historia de cómo sangramos,
de las cicatrices que arrastramos.


Bajo este cielo, oscuro,
nos hemos despedido sin tocarnos,
y nos hemos besado.
Ya da igual.

Ya no habrá más mundo dual.
Ni más heridas que no sean las antiguas,
ni más camas frías.
Ya no habrá más que esto.

Días de cama y sonrisa,
días de vivir sin prisa.
Más que la casa extraña
de vernos tan juntos,
felices.


mi casa está donde estás tú,
los mismos ojos, la misma luz.

martes, 26 de noviembre de 2013

Son of the sea

No volveré a llamar al mar de otra forma
que no sea con tu nombre.
Que llevas la sal enredada en el pelo,
el color de su verano en los ojos
y en la voz, el sonido de las olas
cuando se abraza a las rocas. 

lunes, 25 de noviembre de 2013

you raise me up

Que quizás estuvimos perdidos en el camino de la vida,
y quizás no vayamos a encontrar ya nunca aquel camino.
De los domingos que nos quedan,
probablemente nos sigan doliendo todos.
Son días de fantasmas y tardes largas.

Pero cuando escondo mi cara entre las sábanas,
van tus manos a buscarme.
A sacarme de los escombros de mis recuerdos,
a sonreírme con tus ojos que tienen esa luz
del cielo cuando se hace de día.

Que somos lo que somos,
con los jirones del pasado y las alas ajadas.
Que somos esa espalda que no vemos,
y el otro sí. Y es ahí donde nos ama.
Eres esa sonrisa que me rescata de mi infierno.

Y puede que viviese apartada del camino,
con las manos a la espalda y una historia inventada.
Y puede que siempre haya hecho de lo mío, un desastre.
Pero llegaste tú, con tu forma de mirar(me)
y yo no pude más que quedarme (prendida).

Llegaste tú, con esa cama tan estrecha,
a curarme las heridas, las grietas,
y yo a llorar sobre tu cielo nocturno
y tus noches en vela. A vivir para siempre
deudora de esa forma de abrazar, y salvar.



Yo te quiero por los dos,
hasta que te pueda demostrar
qué veo cuando te miro
y vuelvo a tener fe,
a no morir de frío,
a creer en algún
dios.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Wolf

Me gusta esa forma que tienes de cantar,
de besar el micrófono.
Me gusta esa forma que tienes de reír,
cuando ríes de verdad,
desde dentro del pecho.
Me gusta cómo sales en las fotografías,
cómo pareces feliz o cómo pareces abatido;
me gustaría haber estado ahí,
ser parte de todo.
Me gusta cuando duermes
y me coges de la mano.
Me gusta cuando estamos enfadados
y me escribes.
Cuando me escribes y es para decirme
que me quieres.
Me gusta tu voz,
y me gustan tus manos.
Me gusta dormir contigo
y tenerte si me despierto de una pesadilla.
Me gusta cuando te veo y veo el niño,
y me gusta cuando te veo, alto,
y me siento protegida.
Me gusta esa cara que pones
cuando recibes un regalo
y no sabes qué responder.
Me gusta tu forma de mirar,
de besar.
Me gusta mi vida contigo,
mis tardes, mis domingos.
Me gusta que me conozcas,
y que sepas cuándo las cosas van mal.
Me gusta que seas bueno,
aunque tú no lo sepas.
Y abrazarte,
y pensar que quizás te proteja
de algún monstruo invisible.
Me gusta que no necesites,
porque si doy o me das
es por querer.
Me gusta cuando me abrazas
y dejo de llorar.
Me gustan tus historias,
me hacen feliz;
aunque a veces haya tenido miedo
de que el pasado nos pisase los talones.
Me gusta esta forma que tienes de querer,
y ese miedo que tenías de herir.
Me gusta porque te hace a ti,
porque todo eres tú.
Me gusta porque has sido tú todo este tiempo,
detrás de cada historia que parecía irreal,
tú.
Me gusta porque cuando pienso en todo esto,
en lo que tengo,
tengo ganas de llorar,
de volverme creyente
y agradecérselo al cielo.
Me gusta porque me hace feliz,
porque me siento viva
(gracias a ti).
Me gustas. Mucho.



martes, 19 de noviembre de 2013

historias

No podría decir cuándo empezó esto, igual que no creo que nunca vayamos a poder decir cuándo acabará.
De los que éramos al principio apenas queda una sombra, y sin embargo ahí están, esas versiones de nosotros mismos heridas, que se lamieron las astillas de lo que les quedaba de corazón.
Que con la cabeza fría somos nuevos, pero seguimos siendo los que fuimos, con la cara limpia y los ojos claros.
Porque es una forma bella de seguir adelante, de levantarse del suelo y que la perspectiva cambie, aunque sigamos en el mismo cuerpo que antes moría ahogado en las profundidades de su infierno; en aquella habitación cerrada a cal y canto.

Supongo que fue dejar de buscar para encontrar. Que no logré entrar en la fortaleza más que salir de ella. Pero estaba tomando el camino incorrecto. No se puede llevar la luz en las manos, que se escapa entre los dedos; así que bajo el sol y sobre el mar del norte de verano, hice agujeros, como estrellas en tu tejado.
Y tú a cambio hiciste agujeros, para respirar, en mi pecho.

Sigo reconociéndonos en los dos idiotas que se hacían daño, cada uno a sí mismo, para ver si morían antes que volver a sentir el aliento del otro, por si le insuflaba la vida.
Los idiotas que se perdían las noches de fiesta, para encontrarse en la oscuridad; y se perdían en la oscuridad para reencontrarse como extraños.

Seguimos con las alas rasgadas y las vestiduras rotas.
Seguimos llenos de cicatrices que hacen que nos duelan los espejos.
Seguimos en aquella batalla estúpida con quienes nos quisieron como se quiere a un muñeco.

Pero entre sábanas de camas que vieron tantas cosas, enredé los dedos en tu pelo, y te sujeté por la noche mientras dormías; porque me estaba sujetando a mí, porque se me llenaba el pecho de ganas de llorar cada vez que sentía este calor.

Así que miro atrás, y luego te miro a los ojos. Y somos las mismas personas que no se atrevieron, pero en el tiempo en el que sí lo hicieron. Somos el paso que no dimos. El camino que no cogimos.
Es difícil de explicar. Supongo que quiero decir que siempre hemos sido esto, siempre he sentido esto. Que fueron las circunstancias que nosotros levantamos, como muros cuando debimos ser puentes, las que nos dejaron ciegos. Y fue nuestra voz, que alzamos, como luces en la noche, las que hicieron que no necesitásemos ver nunca más.
O fue un viaje en autobús, en el que nos abrazamos y yo pensé que no se trataba de ganar o perder, de salir ileso o morir, se trataba de lo que quería, que era eso, fuese con lágrimas o con alas, con gritos o sonrisas, eso.
Y me hice un pacto aquel día, prometiendo que ya no le tenía miedo a nada, porque había asumido la vida; que era eso lo que quería, aunque no tuviese garantías más allá de un pasado en el que nadie habló claro.


Porque tuve luz en las heridas, y besos en la oscuridad. Y tengo calma en el pecho y un domador en el dolor. Tengo la protección y la espada o el escudo, según la batalla.
Tengo un nombre, una cara, una voz. Tengo un corazón, y está partido en dos, para dar una mitad.
Tengo el lobo y el hombre, y los amo a los dos.





Oración de primavera

Supongo que nos (re)encontramos en el camino. Después de tantos viajes en los que nos íbamos perdiendo poco a poco, como quien se deja el equipaje en el tren, y sus calcetines, sus gafas y su pijama visitan ciudades en las que nunca has besado.
Y un día, perdida en un andén de mi vida, me partí en dos, para hacer sitio bajo las sábanas, y de paso dejar caer al suelo todos los escudos templados a golpe de realidad frente a las novelas de las que me enamoré.

Segura de que estuvimos mirándonos las espaldas años atrás, sin oír nuestros latidos por la música tan alta que a mí se me hacía el pecho pequeño, te he visto durante un año siempre a lo lejos, siempre pequeño. Del tamaño de esos personajes de cuento, donde el amor a primera vista y los flechazos entraban en cuatro palabras de madrugada; y no salían más que con sangre, que es la mala costumbre que tiene la letra. 

Nos chocamos mientras andábamos buscándonos, y salimos corriendo. Porque yo me había adoctrinado durante años, aprendiendo a fuego que no podía enamorarme solo del contacto piel con piel. Y ahora estaba ardiendo, quemando todo cuanto tocaba en mi mundo de papel. 

Desde entonces vivo fuera de la ley, bajo un techo y unas normas que me dan estos días tan de paz, en los que pienso que ya he llegado a donde quiera que me estuviese dirigiendo antes de empezar a hacerme daño y perder la orientación. 


Dicen que no existe el amor a primera vista, que es cosa de películas. Pero eso es porque tú no les has mirado amaneciendo una primavera, dándoles la vida, como si les viesen por primera vez.

Y entiende entonces todo esto, que yo nunca pensé que pudieses existir.





domingo, 17 de noviembre de 2013

derroteros

Y se hizo de día, y aún no habíamos dormido.
Y tampoco habíamos visto aquella película que siempre quedaría colgando de nuestros planes.
Y me abrazó y yo ya supe que quería eso para siempre,
y que tardaría una eternidad en admitirlo.

Me besó en la frente y yo temblaba.
Quizás porque ya sabía que tendríamos que caer cien veces antes de levantarnos.

Tenía los ojos verdes y se le desprotegió la puerta a su alma.
Y su alma no era verde, si no de ese color del agua cuando le da el sol.
Y así sigue, a día de hoy.

Con cada día nublado, cada arañazo en la armadura, cada piedra del muro,
le miro a los ojos.
A veces las puertas están cerradas, pero aprendí a llamar y a esperar.
Busco ese color brillante, me aseguro de que siga vivo.
Entonces todo está bien.

Porque se hizo de día y aún no habíamos dormido.
Y a veces todos los planes acaban por los suelos
y no precisamente junto a nuestra ropa.
Es así la vida del guerrero.
Y así quiero que sea mi vida,
buscando siempre un color que me diga que todo sigue
como cuando el sol nos tocó,
y yo temblaba
y tenía ganas de llorar.
Y supe que querría esto siempre.





martes, 12 de noviembre de 2013

we are not your kind of people




Tengo un motivo. Y es como una bombilla en medio de una habitación oscura.
Es como una manta en invierno. 
Es como ser salvada, lo más parecido a encontrar la paz. 
Es un campo de batalla para que no acaben las historias que contar. 
Es una coraza para vivir un día más. 

Tengo un motivo. 
Y es la mano amiga en el precipicio. 
Es la persona que no voy a abandonar.
Es la persona por la que ponemos el escudo, el corazón y las cartas
sobre la mesa. 
Y la ropa en el suelo.

Tengo un motivo para no ser otro tipo de persona
nunca más.
Tengo un motivo para vivir a este lado del muro,
campo a través.
Tengo un motivo para ser.




lunes, 11 de noviembre de 2013

Rest

Se trataba de encontrar la paz,
de tener estas blancas mañanas de noviembre
y el frío de cuando aún no queremos
estar preparados para invierno
y sus distancias dolorosas.

Se trataba de enfadarse para reencontrarse,
de esas risas en horizontal,
de esos planes derrocados que se basaban en no hacer nada
más que la inercia de estar,
juntos.

Desde un primer momento no fue más que esto,
sin insignias ni medallas,
sin castigos ni cargas,
un día a día, como una pelea entre sábanas,
con besos en el cuello y tocar con los pies
el cielo.

Palabras en la pared, en los anillos, en la piel.
Palabras para intentar ponerle nombre a esto,
tan grande que lo engulle, nos engulle
y todo lo que devora lo hace pequeño.
Por eso parece que a veces se nos queda pequeño el pecho
para tanto latido.

Se trataba de encontrar el hogar,
el sitio en la persona que nos hace sentir
que de pronto algo importa, algo es suficiente
para seguir,
luchar.
El hogar, la paz, esa persona que nos da un motivo
para llevar dentro esa sensación, que quizá sea felicidad,
de tener un sitio donde descansar.





sábado, 9 de noviembre de 2013

Los propios dioses

Vivía en un camino deshecho, como mis camas, siempre.
Buscaba, a golpe de reproche y patadas, esa mirada de "me quedo".
Ser querida resistiéndome, rebelándome. Matando a mis propios dioses.
Rindiendo pleitesía a la voz fría y oscura del miedo.
Trataba de estarme quieta y me ponía a temblar.
Quería acercarme y huía.
Intentaba querer,
y hería. 

Las riendas de la vida
nunca fueron algo fácil de llevar
para mí.
En las entresábanas de susurros yo gritaba o lloraba.
En los momentos de paz yo siempre tenía sangre para lo blanco.

Y es así, inexorable,
como cuando el agua se lleva en su remolino
un recuerdo por el desagüe.
Así veo correr entre mis dedos,
esto.
Aprieto los puños.

Vivía entre el cielo y la tierra, en ese limbo
en el que duermes y esperas que pase
la vida,
la de otros, no la tuya. 
Derribé, a patadas, las nubes grises que fueron mi prisión,
destruí horizontes.

Y ya de nuevo, en las puertas del presente,
pedía con orgullo lo que era necesidad,
fingía, mal, que no me dolía,
lo que no debería de dolerme.
Rompía el protocolo de quererse,
pisoteando mis propias palabras,
hiriendo mi pecho,
y el ajeno. 

Una a una, deshojé mis alas,
con preguntas para las que no quería una respuesta.

La vida golpea hasta dejar sin aire,
nuestros errores cortan como cristales,
espejos en los que se refleja la sangre.

y sin embargo
seguimos latiendo,
perdidos por nuestros derroteros,
deshaciendo camas, devastando los reproches,
esquivando las patadas,
o encajándolas el hueco del hombro.

Despedí mis antiguos anhelos y miedos,
para crear unos nuevos
que señalasen hacia delante:
ser mejor
en vez de buscar una excusa
para no vivir nunca más.




Reconstruí los propios dioses,
y les di un nombre en mi pecho.


miércoles, 6 de noviembre de 2013

take us back

Guerrera abatida, 
doncella del escudo caído,
del espejo roto.

Las cicatrices del pasado
en la penumbra de los senderos 
de otoños sucesivos.

Asesina nata,
derrotada en espinas
y desvelada en su conciencia.

Teme a su reflejo
y el agua se le antoja 
el cielo en la tierra. 

Cierra los ojos
y le pesa el cuerpo
o los gruñidos de su mente.

No le sale el teatro de la vida
en días de mañanas blancas
y sábanas frías.

No le sale no llorar
cuando se hace una herida
que sabe que no se irá.

Guerrera abatida,
por su propia espada
sin honor, a traición.

A veces tocando el cielo
y a veces encerrada en su propio infierno.
A veces me pierdo.

Y para encontrarme 
he de atravesar el laberinto de espejos
y recuerdos.

A veces me pierdo.

A veces no me quiero.
O quiero devorarme.

Y para volver
debo dejarme caer,
pender en el abismo.

Lo que duelen las entrañas
de no alcanzarse a uno mismo
es lo que rompe su coartada.

Por no conquistar,
no puede ni conquistar su reino
y vive vasalla del monstruo que es.

Que son los otoños,
inviernos,
en que no se deja ser.

De esta manera,
tan cruel
para con ella, para con quien la quiera.

A veces me pierdo

y para volver
tengo que vencer.


sábado, 2 de noviembre de 2013

Spades

Eres mi última carta, y no a la desesperada.
Sino mi carta de la suerte.
Mi mejor tirada;
con la que cerraré el juego,
que después de esta mano no quiero más partidas.

Hablamos de alcanzar el as de picas,
pero tu nombre es otro número,
y ni te imaginas
que siempre andas
dos escalones más arriba.

Tú no lo sabes,
pero yo ya armé un ejército de espadas,
hace años,
cuando no existía siquiera la sombra
de tus espaldas
y estaba yo sola
en un sueño coronada.

Y ahora, con cartas ausentes,
descubro que completé la baraja,
sin importar las faltas,
las carencias,
sin importar las reinas.
Solo necesitaba
una pareja.

Dos cartas,
mi última mano.
Vale más que unas cartas
que arrojar sobre la mesa.
Mucho más que la suma
y la ecuación de sus valores,
unidos,
no por separado.

Dos cartas,
la baraja de picas,
perdida y encontrada.
Nos miro,
ya no es un juego,
no hay apuestas sobre la mesa
que ganar
de puertas afuera.

Me levanto,
guardo las cartas.
Me retiro de las batallas absurdas
que me encerraron
entre mis propios muros.

Ya no volveré a estar sola,
no si guardo mi última carta,
para siempre,
y no la apuesto
sin poner mi vida sobre el tablero.

Porque eres mi última carta,
dos pasos más alante
de lo que indica tu nombre de guerrero,
como todo lo que tú crees
respecto a ti;
que yo te veo como eres
y tú siempre dos veces más atrás.

Mi carta de la suerte,
no quiero continuar la partida sin ella.




live to win







martes, 29 de octubre de 2013

superando octubre

Me alegro de haberte encontrado,
porque me haces sonreír
cuando un otoño por la tarde
yendo hacia tu casa
llevo en la cabeza un:
¿quieres algo de la calle?
y un:
a ti.

domingo, 27 de octubre de 2013

Sobre nuestras propias cenizas

A veces es difícil.
No hay un camino bueno
o un futuro ya construido.

A veces,
después de tanta sangre,
cómo creer en cualquier cosa.
Cómo perder este miedo,
que se aferra a nuestras entrañas
de perder todo lo ganado,
justo como siempre.

Los besos,
las manos,
los días.
Ya hemos pasado veinte otoños.
Y hemos sobrevivido,
de esta manera
tan triste.
Somos jóvenes que creen
que ya lo saben todo de la vida
de las personas.
Somos jóvenes tristes,
porque probablemente sea cierto
y la única esperanza
es alguien
que rebata nuestra teoría
que nos tire los pretextos al suelo
y nos deje sin palabras
y sin ciencia.

Que las personas son egoístas,
o malas,
y las buenas
nunca se quedan demasiado:
o se van,
o las echamos.
Da igual
si el mundo fue malo y lo creímos bueno
o fue bueno y lo creamos malo,
por creer,
o por no hacerlo.

Pequeños reyes destrozados,
destronados.
Atronando
en lo que nos queda de reino
que son las cuatro paredes
que son nuestra trinchera
de la derrota.

"Dejadme vivir en paz"

Pero siempre somos solo nosotros.
Jóvenes tristes,
niños rápidos,
ancianos tempranos
llenos de fantasmas
auntoinflingidos.

Miramos al cielo
esperamos una ayuda
que nos parta un rayo
que nos salve un ángel.

Se sientan a nuestro lado
y tenemos la cabeza allá arriba
y el corazón tan abajo,
enterrado,
que no vemos en los ojos de la otra persona
más que lo que vería Pandora
en la caja aún cerrada:
el deseo de abrir
y el miedo
de que esta vez se escape hasta la esperanza
si todo fracasa
otra vez.

Porque ya no sabemos si el mundo es malo y alguna vez lo quisimos ver bueno
o al revés.
Solo sabemos que las cicatrices son las heridas
que decidieron no irse jamás.
Que el pasado no se va a borrar;
es más,
siempre intentará volver,
por muchos otoños que nos sintamos orgullosos
de haber sobrevivido.
Y nuestra última esperanza es alguien
con la fuerza suficiente
como para hacernos mejores,
aunque el pasado no se borre,
precisamente,
sobre nuestras propias cenizas.



viernes, 25 de octubre de 2013

"The lost boy"

A veces se me hace raro ver tu cara,
como la primera vez,
tan de cerca
y yo tan tonta.

Como si mi mente no estuviese preparada
para esto,
inesperado.
Como si no entendiese aún qué haces aquí,
y en la realidad que mi mente planeó,
no había hueco para algo así.
No había luz.

A veces te reconozco y te extraño,
como si nos acabásemos de conocer
y ya hubiésemos pasado mil vidas juntos.

Como la primera mañana,
con una casa por primera vez
de sol.
Con horas y horas de sueño a la espalda
y las piernas temblando.
Y una premonición de sábanas,
lágrimas
y fuerza en los espejos.

Entonces solo tengo ganas de reconciliarme
con la vida,
contigo,
con aquellas noches que recé por que se acabasen.
Solo quiero tocarte,
si eres real,
y darte las gracias.

Porque cuando te miro
y siento tu cara extraña,
conocida y ajena,
vuelven a temblarme las piernas,
vuelven a despertar meses
de charcos y baños
y solo quiero reconciliarme
con la vida que perdí,
con lo persona que fui
antes de perderme.
Y todo gracias a ti.



And I will not be commanded
And I will not be controlled 
And I will not let my future go on
Without the help of my soul 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Piel de humo

A veces dormir por vivir menos tiempo es el indicador
de que estoy atrapada
en los últimos estertores
del pecho de la bestia salvaje
que me devoró.

Yo siempre he sido la abuelita
fácil de avasallar.
De esas que hacen galletas a las tres de la madrugada
por no tener que afrontar
que no hay cura
pera el hambre del pecho.

Que a mi edad
un Octubre es un naufragio.

Esto es como eso de cerrar los ojos
en las películas de miedo.
Que siempre los abres en el peor momento.

Y yo siempre despierto
para ver al monstruo
ponerse piel humana
y andar entre nosotros,
cortando nuestros hilos rojos,
perdiéndonos.

Pero soy como Pedro,
el del lobo,
con lágrimas incontrolables
que ya no saben ni qué decir
cuando se escapan
entre gritos o en silencio.

Estoy cargada de ese miedo
que es veneno
que me hace parecer lejos.
Como si mi piel fuese de humo;
y quizás es que este naufragio
me ha pillado con el pecho tan abierto
que se me ha llenado de agua helada
y si no me vacío me hundo.

Siento no poder hacer nada,
y si me preguntas,
lo que siento es sobrecogedor,
inmenso;
que simplemente puedo
abrazar en la noche,
prometer que todo irá mejor
al despertar.

Que solo necesitamos,
un día más,
un día nuevo.








martes, 22 de octubre de 2013

Redemption

En algunos brotes de septiembre por la tarde
nos perdimos,
siempre sin ir cogidos de la mano.

Siempre con las suelas de los zapatos gastados,
con las promesas hechas jirones a la espalda.

Quizá buscábamos un inicio
o un final
definitivo.

La cuestión es que chocamos,
y nos hicimos cada uno una herida,
con sendas cicatrices,
para no perdonarnos nunca
nuestra marcha por el mundo.

Supongo que entre aquellos rayos de sol
que cerraban el verano,
se oscurecieron las maletas
y las gafas de sol cobraron otro sentido.

Que bajando de ese autobús,
con tu camisa a cuadros,
tú sabías,
y yo sabía
que octubre iba llegando.

Ahora intentamos resistir el frío
juntándonos en las noches
como únicos supervivientes.
Intentamos ser escudos,
parar los golpes y las balas,
y vivir para contar(nos)lo.

Porque le buscamos el sentido a la vida
en la del otro
y empezamos a caminar
por la cuerda floja
sobre las llamas de nuestro propio infierno.

Cógeme de la mano,
aunque no te guste hacerlo,
porque no quiero perderme aquí,
quedarme sola
en estas sábanas
que hieren tanto a invierno.






Carta de Fuego a Mártir.

Te cuentas esa mentira,
una y otra vez.
Lo entiendo,
es para no asumir la culpa
y el dolor.
Para no aceptar
que rompiste todas tus promesas;
que, por traicionar,
te has traicionado a ti misma
y, peor aún, a quien más te ha cuidado.

De Fuego a Mártir,
que sé que es más fácil culparme a mí
que mirarse al espejo.
Que es más fácil decir que moriste
por una causa,
porque nadie busca el puñal
en la mano de la víctima.
De Fuego a Mártir te digo,
que si quieres yo te quemo
y guardamos el secreto.
Todo eso de la sangre que traías encima
antes de arrojarte a mis llamas.
Todo eso de que has envenenado
tu hogar hasta los cimientos.

Te darán una caja en la que descansar,
un nuevo sitio.
Te compadecerán,
te llevarán flores.
Seguro que sí,
va ser precioso que todos quieran
a la persona que nunca has sido,
ni serás.

De Fuego a Mártir,
podemos hacer como que
ninguna de las dos sabemos,
que para ser héroe,
hay que ser silencioso,
que es vanidad jurar que es martirio
el daño autoinflingido.
Que, en cualquier caso,
serán los otros,
los que vean más allá de las mentiras,
los que juzgarán tu caso
y por tu santidad, que no te llegue el día.

De Fuego a Mártir
te aseguro que no porque yo te mate,
o porque tú te inmoles,
será más honorable tu causa egoísta.

De Fuego a Mártir
te recuerdo cuando me dijiste
que si le hacía daño me destruirías;
y me pregunto qué tal te irá a ti.
Porque veo la sangre tras todos esos gritos
y aspavientos,
pero no veo el amor
y todo eso del sacrificio y cuidar de otros.

Te pregunto,
¿qué quieres conseguir,
que no sea para ti?




Volver a casa



Todos los frentes abiertos,
mil partidas de ajedrez simultáneas.
La luz blanca de un fluorescente parpadea:
mil luces blancas temblando.
Si las miro así,
con la cabeza huyendo,
parecen puertas a otros mundos,
donde seguimos los dos,
quizás más afortunados.

Cientos de gritos silenciosos,
parece que solo escuchan su cadencia
los niños y los perros.
Me están volviendo loca,
pero no de una manera activa.
Me quedo quieta, en silencio,
como si un ruido más pudiese romperme,
perderme.

Las baldosas del suelo, frías,
se pegan a mi piel.
Mil partidas de ajedrez,
todos los frentes abiertos,
y no puedo levantarme,
ni son mis juegos,
ni son mis guerras.
Pero la herida es real,
en el tablero siempre hay flechas,
y en el campo siempre hay un puñal.

Cada muerto ante mis ojos
serán mis migas de pan
para encontrar el camino
de vuelta a mi celda.

Quiero morir luchando
o arrastrarme hasta desaparecer.
Quiero que me saque los ojos
el enemigo
o me despierten de todo esto.

Estoy cansada de esta puta mala suerte,
de esas historias inconclusas,
que no se cerrarán jamás.
Estoy cansada de pensar que viviré
con la sombra del pasado
cada día,
del resto de mi vida.

Y entre los filos chocando,
los caballos avanzando,
la sangre bramando,
me escucho a mí misma
murmurando
qué coño hago aquí
si no tengo fuerza para sobrevivir.
Si acaso tengo
la estúpida esperanza
de que salga el sol
o, más estúpido aún,
de morir con honor.

No puedes luchar en batallas que no son tuyas;
no puedes vencer o perder en luchas ajenas;
no puedes volver a casa tras una guerra que no has vivido.
Solo puedes ir perdiendo el corazón,
la voz y la cabeza.

Hasta que de igual,
qué ha sido y qué será.


No voy a volver a casa.

lunes, 21 de octubre de 2013

Mis mejores deseos

Ojalá vivas para siempre.
Y ojalá no puedas olvidar nunca.

Ojalá vivas para siempre,
contigo misma y lo que eres.

domingo, 20 de octubre de 2013

vive, vivió, vivirá

Yo ya pasé por eso, ya lo dejé atrás. 
Y así quiero que quede, atrás. 
Y no tengo fuerzas para afrontar
que el pasado vuelva a mediados de octubre,
y nos deje una culpa que empañe
lo bueno, 
haciendo que no podamos
ni mirarnos a la cara;
que seamos en otoño lo que fuimos en verano,
cuando no pudimos ser
lo que necesitábamos para el otro.


Y es que la historia no se puede cambiar, 
por mucho que la miremos o la ignoremos.
No se puede echar mano al pasado más que siguiendo adelante. 
Nuestra mayor venganza será ser felices.

Porque, aunque podamos tener aún estas heridas
que hacen de ciertos nombres o noches, temas tabú,
tenemos que enmendar el pasado a golpe de presente,
futuro.

Y yo solo necesito la promesa 
de que esa sensación de nudo en la garganta
que me arrastraba hacia el fondo
las noches de junio, julio,
no va a volver,
ni como fantasma del recuerdo.

Solo necesito seguir adelante,
sin pensar en los golpes que nos dimos,
en los golpes que dejamos que otros nos diesen,
en las veces que no fuimos lo suficientemente valientes como para gritar, levantarnos, romper y correr. 
Sin pensar en las palabras que se dijeron y en las que no, todo por no creer, no saber, no atreverse. 

Seguir adelante sabiendo lo que hicimos,
más mal que bien,
para tomar el camino opuesto,
directo a otro cielo.

Que el pasado es pertenencia de entonces,
de sus noches frías,
su realidad alternativa
y sus intentos de salvarse. 
Es parte de cuando el mundo era diferente,
y algunas personas, creímos que mejores,
y algunos futuros, creímos que imposibles.



sábado, 19 de octubre de 2013

romper la maldición

Podría encerrarme entre cuatro edredones,
mis redes.
Vivir de prestado, de domingo, de tarde,
toda la vida.
Vivir de colchón y sobre él,
poniendo los muelles a prueba de balas,
manos y miradas.

Podría dormir toda la vida;
tú con tu miedo a que acabe el día
yo con ganas de empezar una mañana
en la que sigas dormido
y yo ande de puntillas.

Podría querer siempre un día más;
porque quizás no se trata
de hacerlo bien o mal,
y es, simplemente
estar,
sobre los golpes en la pared
y bajo las lágrimas en el silencio.
Estar para romper la maldición.

Podría repetir mil noches de viernes
en las que llueva,
y se hable con los miedos en la lengua,
sintiendo de más,
con fe de menos.
Porque esas noches están
para darles la vuelta,
sin más que promesas
y estando
al pie del cañón,
con el pecho abierto
para encajar las balas
que llevan tu nombre escrito.

Porque la vida no se cura,
y el pasado menos;
simplemente se está,
para demostrar que la maldición se rompe
y que, al final,
nuestra historia serán
noches en las que no huimos,
en las que estuvimos,
sabiendo que no se puede salvar,
para caer juntos,
para no estar solos nunca más.





martes, 15 de octubre de 2013

Vienen a por mí, un martes de otoño cualquiera

A veces siento como que todo ya está gastado.
Ya fue mejor, más grande, más brillante, más nuevo, más hermoso.
Ya fue.
Y yo soy cenizas.
A veces siento como que todo ya pasó
y yo soy los rescoldos de la hoguera que abrasó corazones.
Y entonces
siempre tarde y mal.

Páramos

Tiene la luz
de otoño
polvo en sus rincones
en sus haces irónicos
que no hacen más que congelar
pero en tonos de oro.

Tiene el mar
del norte
gritos en sus olas,
en sus crestas de espuma
fantasmas y reproches
ausencias de aguas
oscuras.

¿Cuándo llegamos tan lejos
que al girar la cabeza
el mundo se había perdido?

Nos quedamos anocheciendo
en el páramo,
con el viento enfriando nuestra piel
húmeda de la sangre ajena;
y los espíritus de nuestros crímenes
prendidos al pelo,
riendo.

Por correr y mirar al cielo
derrumbamos civilizaciones
desde sus cimientos.
Muros de otra vida,
muros de la nuestra.
Perdidos antes que perdiendo,
por no ver la herida propia
creyendo que toda esta sangre
es contraria;
jurando que somos guerreros
asesinos,
peligrosos monstruos.

Que herimos,
y siempre es a nosotros mismos.







domingo, 13 de octubre de 2013

cambio de planes

Si tú supieras
qué dios nos abandonó
y hasta dónde lleva su carrera
y estos derroteros
que nos quiebran.

Si tú supieras
cuánto sé de los silencios
y las distancias de centímetros;
las más insalvables de todas.
Si supieras lo que la música hace
en las ruinas y las brasas
seríamos ave fénix
o titanes contra dioses.

Si tú supieras
que lo que tuerce
de tu espalda a tu sonrisa
no son cadenas oxidadas,
sino el peso de las alas.

Quizás aullarías al cielo,
derrotando a las nubes
que roban soles de invierno.

Quizás tendrías la fuerza
que perdió Sansón de su cabello,
solo con saber lo que yo sé
y ver lo que yo veo.

Quizás romperías estos muros,
frágiles de tanto tiempo,
que te encierran de la luz,
te guardan celosos, del verde,
el azul.

Quizás serías como debes,
como naciste para ser:
azotado por los vientos,
bañado por el mar.
Da igual,
en pie
y sonriendo.

Siempre invicto,
por haber domado al monstruo.



Si tú supieras lo que yo sé
y vieses lo que yo veo
no volverías a tener miedo
de caer,
perder,
ser derrotado.

sábado, 12 de octubre de 2013

Sangre contraria

Yo, que soy de sangre contraria
vengo sembrando
amapolas en tu espalda.
Vengo sembrando
piedras en el camino
con la lengua.
Y, de estar lo suficientemente cerca,
con las manos,
con los ojos.

Yo, que soy de sangre contraria
no perdono la herida ajena.
No disculpo puñalada
que no consiga matarme.
Porque tengo en el pecho
un agujero que es la luna
y cada noche
lo lleno de agua
que refleje la fortuna.

Y veo ese agujero hilvanando
la sangre contraria y propia,
rebelde,
idiota.
La sangre que brama y aúlla.
Se derrama del pecho al vientre,
hasta la tierra que la bebe.
La sangre que nunca supo nada
más que temblar y guardar.
Guardar y temblar.

Yo, que soy de sangre contraria
ojalá latiese con el pulso de las olas.
Y ser coronada de espuma y estrellas.

Realidades alternativas

Cepíllate lo dientes,
mírate al espejo un minuto,
sin decir nada.
Uno no puede llorar mientras se esta cepillando los dientes.
Está comprobado.

Conversaciones que son
como las mariposas nocturnas:
se esfuman con la mañana.
No las puedes ver de día,
quizás nunca hayan existido.

Y yo también,
que me lo creo todo,
a veces me siento como el mar
en una tormenta:
yendo y viniendo,
sin romperme del todo
por mucho que me golpee contra cada roca.

Me ahogo en el fondo de mi garganta,
se cierra y no puedo respirar.
Por eso me cepillo los dientes,
en silencio,
de madrugada,
mirándome al espejo,
mirándome a los ojos
y pretendiendo que esa desconocida
no soy yo.
Yo estoy muy lejos de aquí
bajo alguna tormenta
golpeando las piedras.